La comunicación

como apuesta democrática en Crítica y Utopía (1979-1983)

Victoria Cibeira

cibeiravictoria@gmail.com

Universidad de Buenos Aires

 

Argentina

 

Resumen

Este artículo tiene como objetivo examinar las transformaciones al interior del campo de estudios de comunicación y cultura durante el período de la llamada transición democrática en Argentina, entre finales de la década del setenta y principios de la década del ochenta. A partir del análisis de la revista Crítica y Utopía (1979-1983), nos proponemos poner de relieve las huellas de los procesos de reformulación conceptual que marcó el campo y el modo en que el pensamiento sobre comunicación y cultura contribuyó a reformular un discurso teórico que buscó colocar en el centro del debate la construcción de un orden democrático.

 

Palabras clave

Comunicación y Cultura; Democracia; Revista Crítica y Utopía.

 

 

 

Abstract

This article aims to review the transformations within the communication and cultural studies field in the in the context of the transition to democracy in Argentina between the end of the 70’s and the beginning of the 80’s. Based on the studying of the journal Crítica y Utopía, the aim of this article is to ponder the way the theoretical and political reflection in communication and cultural studies contributed to renovate a political speech that pursued to set the new democracy order in the center of the debate.

 

Keywords

Communication and Cultural Studies; Democracy, Journal Crítica y Utopía.

 

 

 

Introducción

A principios de la década del ochenta, la cuestión democrática delimitaba la agenda teórica y política de la discusión en ciencias sociales. Dicho proceso fue acompañado por una reflexión teórico-conceptual proveniente del campo intelectual que instaló la cuestión de la democracia como objeto de reflexión teórica y concepto paradigmático para compren­der el nuevo clima de época (Ansaldi, 2007; Lesgart, 2003). Al articular un lenguaje y una semántica histórica determinada, el campo intelectual evidenció la necesidad de una transformación en el universo conceptual que permitiera pensar el proceso de transición.

Desde el campo específico de los estudios en comunicación, Nicolás Casullo afirma que, si bien era evidente la existencia de una crisis real de una determinada concepción de lo que había que hacer con los medios, el problema de la democracia, renovado, se convertía en el horizonte de época nacional (Casullo, 1985:15). En el último número de la revista Controversia, de 1981, Casullo publicó junto a Caletti un artículo donde, luego de reconocer una crisis del pensamiento socialista/marxista, señalaban la importancia de

 

ayudar a promover lo que tal vez sea la única posibilidad de una sociedad distinta: aquella que sin modelos terminales reverenciados a priori, permita a todos, al pueblo, a nosotros como parte de él, construir nuevas formas con que el pueblo pueda hacer sus recorridos. (Calleti y Casullo, 1981:7)

 

En cierta manera, se trataba de la necesidad de revisarlo todo, incluso aquello que años anteriores había sido el sostén teórico de la izquierda intelectual1. Quizás haya sido, agregaban Caletti y Casullo, esta desacralización de la teoría el auténtico acto de perfil revolucionario que hace falta para pensar lo utópico (Calleti y Casullo, 1981:9-10).

Durante mucho tiempo, la teoría crítica del campo de la comunicación se encontró dominada por la idea de determinación entre base y superestructura. Estos modos de interpretación desestimulaban el reconocimiento del estatuto específico de la conciencia subjetiva, de la cultura y de lo simbólico. Sin duda, la revalorización de las teorías de Antonio Gramsci a partir de la segunda mitad de la década del setenta constituyó un capítulo importante en la renovación conceptual de la época, influyendo significativamente en la búsqueda de nuevas maneras de comprender las formas de producción cultural2. Gramsci aportaba a los intelectuales un punto de vista sobre las condiciones de estructuración de los actores políticos y sociales. Recordemos que sus usos por ese entonces intentaban legitimar una idea de socialismo democrático desde una perspectiva hegemónica que quebrase la lógica de sumisión del pueblo frente al Estado y revalorice la multiplicidad de subjetividades al interior de la formación del poder político. Ubicado en estas claves, las ideas de Gramsci produjeron una ruptura con las concepciones románticas del fenómeno superestructural al situar el problema de la cultura en las relaciones entre clases sociales. (Burgos, 2004:347; Lenarduzzi, 1998:85).

En efecto, comenzó a cobrar relevancia aquellas ideas que afirmaban que democratizar las comunicaciones contribuiría a poner en juego la multiplicidad de subjetividades que atraviesan lo social; dejaba de ser una consigna más al interior del campo de la información para transformarse en uno de los debates claves de la década. Una renovada conceptualización al interior de los estudios en comunicación y cultura ingresaba al debate como dimensión teórica fundamental ya que habilitaba el estudio de la heterogeneidad de expresiones y la manifestación de la pluralidad de las disidencias que tenían lugar en la sociedad, como expresión crítica que garantizaría la democracia política. En esta línea, Casullo aseguraba que la democracia se presentaba como una alternativa para pensar la comunicación como dimensión conflictiva de la cultura (Casullo, 1985:18).

El presente artículo intenta rastrear las intervenciones en la revista Crítica y Utopía de quienes por trayectoria y capital acumulado eran o comenzaban a ser referentes en un campo de estudios de comunicación latinoamericano en pleno proceso de institucionalización y consolidación disciplinar. La elección de Crítica y Utopía se debe, en primer lugar, a que en sus páginas es posible analizar el desarrollo del proceso de instauración del paradigma democrático en los debates de la región, particularmente en la Argentina, durante la década del ochenta. Aunque es frecuentemente utilizada como fuente bibliográfica, pocos trabajos se han dedicado a su análisis en profundidad. Así pues, frente a la decadencia de las ideas articuladas en torno de la lucha armada y la revolución, Crítica y Utopía intentó sostener un discurso que acompañara el proceso de emergencia de un clima de ideas renovado en clave democrática y fomentara las nociones de institucionalización y defensa del régimen político democrático como paso fundamental para la transformación y renovación del ideario intelectual de la izquierda argentina.

El período de vida de la revista, que abarcó una década (1979-1989), permite explorar la representación de diferentes discursos que expresaron los conflictos que tuvieron lugar en las distintas etapas de la vida cultual argentina en los años ochenta. Sin embargo, en el presente trabajo, la revista no será estudiada en su totalidad: nos concentraremos en el análisis de los primeros 8 números que comprenden el período que se despliega entre los años 1979 y 1983, en tanto condensan el período en que tuvo una fuerte presencia el debate en torno al proceso de transición democrática en el país. Esta etapa se presenta sumamente productiva para indagar acerca de la renovación teórica en materia de comunicación y cultura y su relación con la rearticulación de los discursos entorno de la democracia.

Si, es sabido, la década del 80 significó un momento crucial en la renovación teórica y política en los estudios en comunicación y cultura en América Latina, nos interesa dar cuenta de la complejidad de este movimiento y de su inserción en un específico y conflictivo entramado cultural. Nos interrogamos, en suma, sobre las complejas relaciones que en el período se tejieron entre la renovación conceptual en materia de comunicación y cultura y la emergencia de lo democrático como horizonte teórico-político.

 

 

 

Crítica y Utopía

en la escena

latinoamericana: Intelectuales, Democracia y Ciencias Sociales

Durante el siglo XX, las revistas acompañaron las formaciones intelectuales provenientes de los sectores más innovadores de los campos culturales. Al permitir captar un sentido inmediato de la cultura en un momento dado, su interpretación se vuelve productiva para el estudio de la vida política, social y cultural: al mismo tiempo que informan sobre las costumbres intelectuales de un período, las revistas son lugar de expresión y organización de una multiplicidad de discursos. Valoradas como fuentes privilegiadas de intervención político intelectual, las revistas culturales nos muestran una entrada original al análisis de los debates intelectuales de una época. Al ser pensadas y estudiadas como espacio dinámico de circulación e intersección de discursos, su análisis se vuelve fundamental para la historia de las ideas y la historia intelectual, entre otros campos (Patiño, 2004:1-2). En este sentido, Beatriz Sarlo piensa las revistas como modalidades de intervención cultural en carácter de bancos de prueba, como instrumentos de la batalla cultural donde se experimentan propuestas estéticas y posiciones ideológicas: la historia de las vanguardias latinoamericanas podría, de acuerdo a su perspectiva, hacerse a través de revistas ya que funcionaron como instrumentos de los procesos de modernización cultural (Sarlo, 1992:10-11).

Crítica y Utopía vio la luz por primera vez en Argentina en septiembre de 1979. Cumplido el tercer año del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), el año 1979 encontró a la Argentina atravesando la dictadura militar más feroz de toda su historia. Brevemente señalamos que, durante esos años, la maquinaria represiva del Estado se materializó a través tres factores que marcaron el período sociocultural de la época: censura mediática, persecución política y desestabilización económica. El director de la revista a lo largo de toda su publicación fue Francisco Delich, en colaboración de un consejo de redacción compuesto por figuras destacadas de las ciencias sociales latinoamericanas, a saber: Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, Jorge Graciarena, Norbert Lechner y José Luís Reyna. El proyecto editorial fue impulsado desde el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y al momento de la publicación de la revista Francisco Delich ocupaba el lugar de Secretario Ejecutivo de la institución. Su período a cargo de la Secretaría fue ininterrumpido desde 1976 hasta 1983 ya que, a partir de la asunción del presidente Raúl Alfonsín en octubre de ese mismo año, Delich abandonó su cargo para convertirse en el nuevo Rector Normalizador de la Universidad de Buenos Aires. Durante los años que se desempeñó como secretario ejecutivo en CLACSO bajo el gobierno autoritario argentino, Delich se caracterizó por impulsar numerosos programas de investigación en diversas áreas que funcionaron como espacios de contención para muchos intelectuales3. De acuerdo al testimonio de Juan Russo (con quien compartió como decano de la Facultad de Ciencias Sociales de San Juan la difícil tarea de normalizar la situación de las universidades públicas una vez finalizada la dictadura militar) la democracia que le interesaba a Delich era aquella que que avanza en la secularización, la democracia de los cambios, la que construye nuevos futuros de más igualdad y más libertades (Russo, 2018:240)4. En su labor como intelectual, sus preocupaciones se enfocaron principalmente alrededor de las temáticas de la modernización y la democracia. Su interés por la realidad sociopolítica nacional puede verse plasmado sus libros, como Crisis y Protesta Social (1969), publicado por la editorial de la Universidad de Córdoba, donde Delich presentó un análisis del Cordobazo, Tierra y conciencia campesina en Tucumán (1970), publicado por Ediciones Signos, en el cual desarrolló la problemática social del norte argentino, e importantes ensayos como La metáfora de la sociedad enferma (1983) o Pacto corporativo, democracia y clase obrera (1982).

El interés que recorre las páginas de Crítica y Utopía por las condiciones sociales de la democracia a instaurar en un futuro en América Latina puede considerarse de avanzada si tenemos en cuenta que, a principios de la década del ochenta, las preocupaciones teóricas de la época se caracterizaban por el análisis de las rupturas del orden democrático antes que por su posible recuperación. Tanto Juan Russo como Carlos Strasser sostienen que Critica y Utopía fue una revista pionera en América Latina sobre temas de democracia (Russo, 2016:160 y Strasser 2018:80)5. Su aporte fundamental consistió en contribuir a la democratización como parte de la modernización argentina: los debates desplegados en Crítica y Utopía suponen el inicio del futuro y esencial debate sobre las “transiciones democráticas”, sus alcances teóricos y las estrategias políticas de su implementación (Filippi, 2018:136).

Aunque se trató de un proyecto cristalizado desde la institución CLACSO, las publicaciones de Crítica y Utopía tomaron un camino propio. El nombre de la revista reflejaba sus objetivos, expresados en su presentación. El punto de partida era claro: la práctica teórica intelectual latinoamericana debía reformular críticamente sus propios proyectos (Crítica y Utopía, 1979:11). A partir de allí, se definían dos problemas fundamentales de acuerdo a lo que el momento histórico demandaba. Por un lado, los problemas que suponían las posibles transiciones a regímenes democráticos (es interesante pensar que ya en 1979 la revista situaba la transición como eje central de debate) y, por otro lado, el problema de las transformaciones sociales no deseadas y obligatoriamente aceptadas (en referencia a la instalación de los gobiernos de facto en la región) y la redefinición del modelo de sociedad a construir. Para lograr la conformación de este debate, el consejo directivo de la revista señalaba:

 

Se propone establecer los nudos críticos de las sociedades latinoamericanas para, a partir de ellos como única referencia, establecer el contexto adecuado para una discusión orgánica. Para ello acaso deberíamos comenzar por el examen atento de las paradojas de la región que pretendemos explicar y el vacío teórico que producen cuando la historia no se corresponde con las previsiones y expectativas de los referentes disponibles. (1979:11-12)

 

Abandonando pretensiones de universalidad, Crítica y Utopía intentaba exponer aquellos nudos críticos que se encontraban en el análisis de las sociedades latinoamericanas, con el objetivo de establecer espacios de debate dentro del campo intelectual. Para ello, se debía comenzar por hacer un examen de las paradojas de la región y, en paralelo, del vacío teórico que las explicaciones disponibles producían al no poder dar cuenta de las coyunturas que el momento demandaba: Las urgencias teóricas de Crítica y Utopía no pueden ser otras que las urgencias prácticas de los pueblos (Crítica y Utopía, 1979:14).

Las publicaciones de Crítica y Utopía se repartieron a lo largo de una década. En efecto, se publicaron 12 números consecutivos entre 1979 y 1989 (al menos un ejemplar por año), al que debe sumarse un número 13, confiscado en la imprenta por la dictadura militar en 1980 que nunca llegó a circular6. Los ejemplares 1, 2 y 4 fueron publicados a través de la editorial El Cid Editor, pero esta relación tuvo una vida corta ya que a partir del número cinco, la revista se presentó como entidad editora Crítica y Utopía, sociedad civil sin fines de lucro en formación.

Dos son las referencias necesarias para comprender la conformación de este grupo intelectual y el surgimiento de la revista Crítica y Utopía. En primer lugar, la Conferencia Regional sobre Condiciones Sociales de la Democracia organizada por CLACSO en Costa Rica en el año 19787. Esta conferencia, fue el inicio de un cambio en el programa de investigación de las ciencias sociales dominante de la región y que impacta hasta nuestros días: el análisis de la democracia como eje problemático en América Latina. Respecto de esta conferencia, Russo (2017) señala:

 

Para hacer justicia a la gran visión de aquella conferencia, basta recordar que 1978 fue un año de gran escalada de la represión en algunos países, en especial Argentina. En ese momento, imaginar y discutir sobre la democracia era entrar en el terrero de la utopía. (pp. 11-12).

 

Por otro lado, el rol fundamental de CLACSO como institución que dio marco a este proyecto a la vez que impulsó y respaldó su publicación. La mayoría de los trabajos expuestos en las publicaciones, a excepción de aquellos artículos extraídos de libros ya publicados, son transcripciones de exposiciones en gran medida organizados bajo la dirección de CLACSO. Fundado en octubre de 1967, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) se definió a sí mismo como una institución no gubernamental con estatuto consultivo de la UNESCO, creado y formado por centros de investigación en ciencias sociales de la región8. Además de organizar seminarios y congresos, CLACSO facilitó el intercambio académico, la gestión de becas, la publicación de textos y la cooperación entre los centros e institutos de investigación más representativos de América Latina. La llegada de Francisco Delich a la Secretaría Ejecutiva en 1976 marcó el inicio de un nuevo rol de la institución. La conformación de grupos de trabajo y/o discusión que se organizaron a partir de sus nuevas directivas convirtieron a CLACSO en un espacio propicio para la circulación de la comunicación intelectual a través de América Latina y de ésta con el resto del mundo académico, albergando, propiciando y patrocinando el trabajo de intelectuales de diversas tendencias teóricas y de trayectorias heterogéneas (Lesgart, 2003:74). Durante los años de instalación de las dictaduras militares latinoamericanas, CLACSO cumplió un rol importante en la generación de programas de solidaridad y defensa de los científicos sociales de la región. En un momento de repliegue de la actividad intelectual en las universidades nacionales y de proscripción de los partidos políticos, este tipo de centros de investigación cumplieron un rol político e intelectual significativo ya que, como hemos mencionado, permitieron la continuación del trabajo académico y la generación de debate e intercambio sobre la situación política.

Lo cierto es que Critica y Utopía se posicionó como un espacio de discusión crítica que fomentó el intercambio alrededor de ciertos tópicos específicos entre intelectuales de distintas latitudes. Más que poseer un perfil denuncista, la revista se presentaba como una plataforma que concentraba sus esfuerzos en poner de relieve el debate acerca de la superación de las dictaduras y el autoritarismo, y el problema de la participación política y social, analizado bajo el prismático de la democracia: la publicación buscaba constituirse como un espacio amplio y plural que indague en la producción y reflexión sobre los fenómenos que atravesaban la región.

 

 

 

Las condiciones sociales para la democracia

Son muchos los autores que coinciden en que a partir de la década del ochenta la democracia se convirtió en el concepto paradigmático por excelencia que atravesó todo el espectro de la teoría política (Freibrun, 2014; Burgos, 2004; Lesgart, 2003). Si bien democracia no era una palabra nueva en el vocabulario de la izquierda intelectual, sus usos y significados se alteraron bajo la influencia del contexto histórico-social.

Según Norbert Lechner, en la década del ochenta la democracia reemplazó a la revolución como eje articulador de la discusión latinoamericana. La experiencia autoritaria había marcado a fuego a un grupo de intelectuales que comenzaban a poner en cuestión ciertas representaciones teóricas bien arraigadas, lo que generaba las condiciones para la emergencia de una nueva idea de cambio político (Lechner, 1988:24). Al par de opuestos Autoritarismo/Revolución, se le presentó una fórmula renovada, configurada dentro del marco de una revalorización positiva de las instituciones: Autoritarismo/Democracia. Que el vocablo revolución fuera reemplazado por democracia no era un dato menor: desde la revisión del pasado bajo el sentimiento de fracaso o derrota del proyecto socialista revolucionario, la formulación de la democracia funcionó durante esos años como una estrategia por la cual la crítica al pasado revelaba las tareas intelectuales del presente.

Los interrogantes que guiaron los cuestionamientos del período fueron principalmente, cómo construir una sociedad democrática luego de un pasado marcado por el autoritarismo, cómo dar cuenta de la complejidad de los procesos de transición democrática y cuáles son las herramientas teóricas que posibilitarían poner en cuestión este denso entramado histórico. La revista Crítica y Utopía no se mantuvo ajena a estas problemáticas, incorporando en sus índices una vasta y variada producción analítica. En efecto, la revista hizo su aparición en escena titulando sus tres primeros ejemplares bajo el encabezado Democracia. Estos tres primeros números contribuían a preparar el terreno de apertura hacia una discusión sobre la democracia como concepto nodal de la época, centrando el debate en torno a la pregunta sobre la viabilidad de la instalación de un régimen democrático en la región. Al interior de las publicaciones de Crítica y Utopía es posible percibir una cierta gama de voces, aunque las tendencias más bien apuntaban hacia las corrientes que sostenían que no había otra salida posible al Estado Autoritario que una transición democrática, reivindicando la importancia de promover reformas y centrando la reflexión en el problema de las instituciones, las reglas y las normas de funcionamiento democrático.

En Crítica y Utopía el debate se inició con un texto de Francisco Delich. Tanto por su posición como director como por su rol como Secretario Ejecutivo de CLACSO, sus intervenciones son una muestra de la línea de pensamiento de la revista9. Titulado de igual manera que la conferencia que dio origen a la publicación, en el artículo Las condiciones sociales de la democracia, Delich realizaba una pequeña introducción a los posteriores debates que se abrían en torno a este nuevo concepto. Rechazando las explicaciones que vinculaban el grado de desarrollo económico alcanzado por una sociedad con el nivel de su condición democrática institucional, Delich aseguraba que la democracia era un proceso social producto de la sociedad: implicaba la existencia de un Estado de Derecho, de una forma de representación de las mayorías y también de las minorías, de un régimen de partidos políticos y, fundamentalmente, de un conjunto de garantías ciudadanas (Delich, 1979:24). En esta afirmación quedaba claro el requerimiento del rol del Estado como garantía fundamental para la conformación de un pacto político que hiciera posible la transición hacia el régimen democrático.

Es posible poner de relieve a partir de estos debates posturas que fueron ganando terreno en el campo de las ideas y otras que, al mismo tiempo, retrocedían. Aquellas que perdieron dominio fueron las que continuaban legitimando la importancia de una lucha armada y un conflicto revolucionario, el desmantelamiento del Estado y la consecuente desaparición de las clases sociales, rechazando la posibilidad de una apertura democrática que entrara en relación con una nueva teoría socialista. Por el contrario, las posiciones que fueron ganando terreno eran las que convocaban a la renovación de la cultura política tradicional de la izquierda incorporando una serie de valores que incluían el consenso, el pluralismo, la heterogeneidad, la institucionalidad democrática. Así, pues, la orientación del debate sobre la democracia y sus múltiples articulaciones evidenciaba una crisis de la tradición de la izquierda socialista, tal como como se había configurado mayoritariamente en las décadas previas en el continente.

 

 

 

Telemática y Sociedad

El ingreso de Crítica y Utopía al análisis de comunicación y cultura

Como ya fue señalado, el tratamiento del proceso de transición a la democracia se constituía como eje central de debate desde el nacimiento de Crítica y Utopía, marcando desde el comienzo una significativa impronta: la revista se inscribía dentro del marco de las ideas que fomentaban la institucionalización de la democracia por sobre las ideas de transformación revolucionaria. El análisis de las huellas que el gobierno dictatorial había dejado en la sociedad permitirían poner de relieve las salidas viables que posibilitarían el fortalecimiento de una sociedad civil aplastada y silenciada por años de políticas arbitrarias10. La aparición del número siete de la revista puede comprenderse en una suerte de continuidad con los debates planteados en los números anteriores; allí se ampliaba la mirada y se indicaba un cambio de paradigma teórico. Publicado en el año 1982, este número de Crítica y Utopía se titulaba Telemática y Sociedad. La mayoría de los trabajos publicados habían sido presentados en el Seminario Estado, informática, comunicaciones y sociedad civil en América Latina, que habían organizado CLACSO en 1982 en conjunto con Crítica y Utopía y el Curso de Postgrado en Antropología Social de la Universidad Federal de Río Grade do Sul, en Porto Alegre. Si bien no conformaba un eje central de la revista, que Crítica y Utopía dedicara un número completo al tópico de la comunicación es significativo de las transformaciones que se operaban en torno a los modos de pensar la relación entre cultura, política y democracia.

 

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Tapa de Revista

Crítica y Utopía Nº 7

(1982)

 

 

En el acercamiento a la temática de la comunicación se pueden leer algunas tensiones que indican el proceso de reconversión teórica en curso. En primer lugar, la elección del concepto “telemática”. Si como afirmaba Alain Minc en el primer artículo del dossier, el término telemática se acuñaba para dar cuenta de la combinación de las telecomunicaciones y del procesamiento automático de datos (Minc, 1982:11), este concepto reducía las complejidades del proceso de comunicación a una simple medición del impacto de la implementación y el desarrollo de las nuevas tecnologías. La utilización de este término pone de relieve cierto imaginario teórico que todavía se encontraba presente asociado a los estudios en comunicación, vinculado a los conceptos de estandarización y clasificación propios del paradigma informático. Sin embargo, es interesante señalar que el título del número ponía en relación este concepto con el de sociedad. En el editorial del dossier se anunciaba que el ingreso a la materia se haría

 

intentando cruzar problemáticas en general tratadas separadamente: a saber, el uso estatal de las nuevas tecnologías para el control social y la propagación ideológica, y las defensas que opone la sociedad civil, sustrayéndose a los mensajes masivos a través de la reelaboración de las significaciones o a través de la producción y difusión de significaciones diferentes (Crítica y Utopía, 1982:8).

 

De esta manera, la propia elección del nombre del dossier proponía una relación: las tecnologías de la información debían ser interpretadas en interacción con la sociedad como dimensiones de un mismo proceso complejo de comunicación. A partir de aquí, las direcciones de esta búsqueda serían múltiples pero la relación quedaba ya instalada.

La intervención de Norbert Lechner en este número es muy significativa puesto que, por un lado, no provenía directamente de los estudios en comunicación y, por otro lado, debido a que ocupaba un lugar relevante en la revista como parte del consejo editor, su exposición puede ayudarnos a comprender cierto enfoque en torno al modo en que se establecían las relaciones entre comunicación, política y democracia y se pensaba su centralidad para el análisis político y social. En su artículo Por un análisis político de la información, Lechner verificaba las debilidades de lo que llamaba el paradigma informático que, utilizando las herramientas de clasificación, la dinámica de la estandarización y el almacenamiento infinito de datos, intentaba explicar la utilización y significación de la tecnología en el entramado social. Es posible identificar lo que Lechner describía como análisis informático con una crítica hacia las corrientes que intentaban describir los procesos de comunicación en términos estrictamente técnicos a partir de las teorías de la cibernética y las teorías de la información. El autor definía la informática como un dispositivo de poder en tanto tendía, por un lado, a reducir la diversidad de los significados y por otro, a homogeneizar la realidad a través de la unificación de los discursos en una misma concepción del mundo. Al establecer una interpretación única de la realidad, la informática volvía obsoleto el conflicto político. Se ponía de relieve así la existencia de una multiplicidad de sentidos posibles en la comunicación: quedaba expuesto el carácter contingente de los sentidos únicos. El artículo de Lechner señala una tendencia que se puede seguir en todos los autores de la revista que abordaron la temática: lo político ingresaba como dimensión insoslayable del examen de las relaciones sociales. Y lo político asume aquí una significación muy precisa: más que denunciar la manipulación y el control de la sociedad, se trataba de abordar las fisuras, las interrupciones, las distorsiones de la comunicación (Lechner, 1982:39).

 

 

 

Comunicación, política, cultura y nuevas tecnologías: interrogantes de la transición democrática

Si bien Crítica y Utopía acompañaba una tendencia general de revisión y puesta en cuestión de conceptos teóricos arraigados, con la publicación del dossier presentado, la revista ingresaba en un campo de diálogo con otras publicaciones que ya se encontraban discutiendo estas temáticas11. La redefinición de la idea de cultura, su lugar y su relación con la política, fueron debates que se desplegaron al interior del nuevo paradigma democrático. Se trataba de pensar cómo los procesos de comunicación podían influir en el análisis social, impulsando, —escribía Sergio Caletti en Comunicación y Cultura— la búsqueda de “los instrumentos conceptuales adecuados para colocar las técnicas de comunicación al servicio de procesos de cambio” (1983: 171). En este marco, la democracia se ofrecía como espacio para la expresión de la diversidad, dando lugar a una instancia de cambio frente a una nueva cultura política que buscaba erradicar los patrones autoritarios internalizados en la vida cotidiana y, al mismo tiempo, reconstruir una esfera pública que se entendía había sido desarticulada.

Es posible entonces identificar en Crítica y Utopía dos ejes principales de discusión o campo de problemas referidos al debate en torno de los estudios en comunicación y cultura. En primer lugar, la idea de que la interacción entre cultura, comunicación y política era un vector analítico fundamental para la comprensión de las transformaciones sociales; y, en segundo lugar, la necesidad de indagar el nuevo rol de las nuevas tecnologías de la información. Para ello, nos enfocaremos en el análisis de los discursos de aquellos intelectuales de las ciencias sociales, portadores de un capital simbólico de relieve y quienes, en sus ensayos, propusieron una conceptualización de las mutaciones que afectaban en esos años a las sociedades latinoamericanas. Nos referimos a las intervenciones de Oscar Landi, Aníbal Ford, Alain Minc, Armand Mattelart y Héctor Schmucler.

En las dos intervenciones de Oscar Landi en la revista (1982 y 1983), el autor argumentaba en favor de la construcción de una teoría que asumiera la pregunta por la conformación de la identidad de los sujetos en una escena política que se abría hacía la heterogeneidad de las demandas y de los conflictos sociales. El autor insistía en la necesidad de pensar que los códigos de interpretación de los mensajes en el plano político y cultural eran, en realidad, producto de agudos conflictos históricos por la hegemonía en la sociedad (Landi, 1982:52). En esta línea, afirmaba que la consolidación de un régimen democrático solo podía asegurarse si se incorporaba la dimensión cultural, es decir, lo que el autor denominaba cultura política12: Landi entendía que la formación de una cultura política democrática era la llave para la constitución de una identidad nacional, la cual no se agotaba en el consenso respecto de ciertas reglas de elección y de control de los gobiernos, sino que también debía expresarse en la vida cotidiana, las relaciones familiares, en las formas de sociabilidad de los argentinos (Landi, 1983:72).

El interés de una franja del campo intelectual argentino por la afirmación de una identidad nacional y la construcción de un proyecto nacional de cultura también puede seguirse en Desde la orilla de la ciencia. Acotaciones sobre identidad, información y proyecto cultural en una etapa de crisis, un artículo publicado por Aníbal Ford en el número 10 de la revista en 1983. El artículo iniciaba con un diagnóstico crítico sobre de las limitaciones de los intelectuales de izquierda frente al interrogante acerca del proceso de conformación de una identidad nacional. Dichas falencias Ford las adjudicaba, en un primer momento, al predominio de un concepto elitista-distributivo de la cultura, al que el autor adicionaba la falta de conciencia respecto de la necesidad de una política cultural nacional organizada en torno de un proyecto nacional. Ford (1983) llamaba a la intelectualidad a una revisión real, científica y social, del aparato de conocimiento hegemónico, es decir,

 

de ese paquete de conceptos que articula la base de una reconceptualización de lo cultural: concepto de comunicación (verbal y no verbal), manipulación, aprendizaje, decisión, flujo de información y censura, constitución de lo político y de la identidad, variados canales de participación y elaboración de proyectos. (p. 51)

 

La propuesta teórico-analítica del autor era, como bien lo explicitaba el título del artículo, posicionarse por los márgenes de los parámetros establecidos por la ciencia y salir a exteriores y escuchar con humildad (Ford, 1983:52). La identidad nacional, entonces, debía conformarse a partir de la reparación en prácticas de la cultura popular, descartadas por la investigación clásica como saberes no institucionalizados. Se podría reconocer en la postura epistemológica de Ford un gesto político de legitimar la voz de la cultura subalterna como dimensión fundamental en la construcción de los tejidos y discursos socioculturales. Si de lo que se trataba era de ir reconstruyendo de manera realmente democrática el país entonces, aseguraba Ford, era necesario reparar en las miles de microhistorias donde se va cocinando una Argentina cultural y política (Ford, 1983:57). Escribía Ford: Una sociedad no se procesa a sí misma sólo a través de lo reconocido en los paradigmas hegemónicos sino también a través de múltiples formas de comunicación y contacto, de subsuelos, no siempre observados o jerarquizados (1983:59).

De esta manera, el autor abogaba por la emancipación de la problemática político cultural, que se había excluido del campo político (desplazada a un rol inferior de acuerdo a las dinámicas del poder y los modelos economicistas de decisión) y su reubicaba como dimensión central del análisis.

Otra línea de trabajo sobre la que la revista generaba espacios de debate tiene como eje la problemática de las nuevas tecnologías, sus impactos en la sociedad y las maneras de pensar las políticas culturales para su control. La emergencia de una nueva mirada acerca de la cuestión de las nuevas tecnologías de la información debe comprenderse en el marco de los desafíos que el proceso de transición hacia la democracia planteaba a los intelectuales, en el pasaje desde regímenes políticos autoritarios a otros de participación y representación democrática. La expansión de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías generaba cambios significativos en la organización material de la cultura: su papel en la formación de nuevos mecanismos de interacción social y en la construcción de nuevas significaciones sociales comenzaba a inscribirse al interior de un análisis político-cultural.

Es interesante para este punto tener en cuenta la postura presentada por Alain Minc en su artículo La informatización de la sociedad, publicado en el número 7 de Crítica y Utopía (1982). El texto tenía por objeto analizar el impacto de la combinación entre las telecomunicaciones y el procesamiento automático de datos en la sociedad. La propuesta de Minc hacía especial hincapié en la dimensión económica del análisis; esta perspectiva podría ser caracterizada como poco materialista si por ello se entiende que pasaba por alto el papel cumplido por los sistemas de comunicación en el proceso de desarrollo socio-cultural de las naciones. Desde una óptica diferente, el trabajo de Mattelart y Schmucler titulado Telecomuniaciones e informática: un inventario para el futuro, publicado en el mismo número de la revista, realizaba un breve recorrido acerca del desarrollo de la introducción y expansión de la tecnología informática en América Latina. A la visión ahistórica de los nuevos sistemas de manejo de la información, los autores proponían la noción de proceso como elemento central para comprender el rol de los medios de comunicación en la formación de los mecanismos sociales:

 

La naturaleza integradora de la tecnología informática que aparece como una nueva locomotora que arrastra tras sí al conjunto de elementos del sistema, impone un reacomodo de todos los aparatos de comunicación y de información y redefine la función que cumple cada uno de ellos en la producción del consenso. (Mattelart y Schmucler, 1982:81-82)

 

El ingreso al paradigma democrático planteaba a estos intelectuales una serie de cuestionamientos acerca de la relación democracia/comunicación: ¿acaso la inserción de nuevas tecnologías fomentaría mayor democratización y participación en las prácticas comunicativas o, por el contrario, facilitarían la concentración y monopolización de los discursos? Era ilusorio, señalaban Mattelart y Schmucler, esperar que la informática, por sí sola, echara abajo la estructura de la sociedad y la pirámide de los poderes que la regían. La telemática, según los autores, podía facilitar el advenimiento de una nueva sociedad, pero no se construiría espontáneamente. La cuestión central radicaba entonces, no en las propiedades constitutivas de la tecnología sino en cuestionarse cuál sería el grado de participación real de los ciudadanos y de la colectividad -es decir de democracia- a partir del modelo de institucionalidad tecnológica que se pretend[ía] imponer (Mattelart y Schmu­cler, 1982:84).

En suma, Crítica y Utopía acompañaba la renovación teórica del campo, al mismo tiempo que los intelectuales de la comunicación13, desde sus saberes específicos, intervenían en los debates del período en torno a la transformación de los lenguajes, conceptos y discursos políticos. Los avatares de la discusión ponían de relieve la existencia de un debate en plena transformación tanto como la gestación de nuevos acercamientos teóricos. Estas huellas pueden encontrarse en la convivencia de diversos autores en las páginas de Crítica y Utopía que, si bien partían desde tradiciones y posiciones diferentes, tanto teóricas como ideológicas, sus conclusiones convergían en algunas posiciones generales en cuanto a las direcciones que el análisis comunicacional debía asumir. La revalorización de la democracia y la defensa de la dimensión política del análisis posibilitaban afirmar el carácter contingente de los sentidos construidos al mismo tiempo que enfocaba el conflicto en el plano de la lucha por la construcción de nuevas significaciones, donde la comunicación se visualizaba entonces como dimensión fundamental de la apuesta democrática. En estos términos, se valorizaban aquellas ideas que entendían la comunicación como un proceso conflictivo de constitución de identidades de múltiples sujetos y, en este sentido, como estrategia o prisma privilegiado para el análisis político y social.

 

 

 

A modo de cierre

A través del análisis de la revista Crítica y Utopía exploramos ciertos procesos político-intelectuales significativos en los que se inscribió el campo de los estudios en comunicación y cultura durante el período de transición a la democracia en la Argentina. Intentamos dar cuenta de las distintas líneas de pensamiento que recorrieron el proyecto editorial de la revista, articuladas bajo el concepto democracia como nuevo eje ordenador. Buscamos evidenciar las resignificaciones de los discursos de un sector de la intelectualidad que se interesó particularmente por los estudios en comunicación y cultura. Fue a partir de estos objetivos que consideramos la renovación teórico-política de las teorías en comunicación. En definitiva, nos interesó exponer ciertos aspectos relevantes sobre los modos en que se anudaron el proceso de transición democrática y la reflexión en comunicación, sin por ello suponer que un proceso haya sido consecuencia directa de otro; por el contrario, enfocamos nuestros esfuerzos en atender al análisis de la interacción y articulación de estas dos dimensiones. Intentamos dar cuenta cómo fueron elaborados estos debates en la revista, de qué manera Crítica y Utopía expuso los argumentos a lo largo de sus números, destacando las intervenciones de sus principales voces y de los colaboradores que abordaron las temáticas sobre comunicación y cultura.

Teniendo en cuenta que las revistas se nos presentan como una plataforma privilegiada para distinguir los relieves de los debates intelectuales, el análisis de las dimensiones señaladas nos permitió trazar una reconstrucción del intercambio de ideas que circularon en un momento dado. En estas páginas, revisamos de qué manera la democracia se consolidó como el nuevo prismático que atravesó los debates de la época, incluyendo la renovación teórica en materia de comunicación. En efecto, los números de Crítica y Utopía se encontraban organizadas alrededor de este eje temático, lo que le permitió a la publicación ingresar al debate sobre la democracia desde variadas disciplinas. De modo constante, estas elaboraciones se interrogaron por las condiciones sociales necesarias para el advenimiento de este régimen político, acerca de sus fortalezas, pero también de sus debilidades.

En la década del ochenta, la democracia se posicionó como eje articulador de la discusión intelectual latinoamericana; si bien existieron perspectivas que ejercieron sus críticas, el proceso de transición democrática fue recibido con optimismo en las páginas de Crítica y Utopía, en paralelo al despliegue del debate sobre la necesidad de renovar la cultura tradicional de izquierda a partir de la reivindicación de una serie de valores: institucionalidad, consenso, pluralismo y heterogeneidad. Estas problemáticas y sus entrecruzamientos fueron elaborados en la revista, constituyendo una suerte de entramado teórico desde el cual se participó de los debates que la época demandaba.

Además, nos preocupamos por recuperar las huellas en Crítica y Utopía de este proceso de transformación teórica de los estudios en comunicación. Más allá de la amplia variedad de temáticas, los estudios en comunicación se establecieron como un punto de debate fuerte de la revista no sólo por incluir entre sus autores a intelectuales con larga trayectoria en el campo como Armand Mattelart y Héctor Schmucler, sino también, por dedicar un número completo a la reflexión sobre la temática. Producto de relaciones asimétricas entre los sujetos sociales, la comunicación social ingresaba como una dimensión fuertemente conflictiva en el plano de la política y la cultura. Distanciándose del análisis ideológico funcionalista, los artículos publicados en Crítica y Utopía concentraron sus esfuerzos en trabajar aquellas ideas que ponían el foco en el momento de la recepción y el papel activo de los actores de la comunicación, incluyéndolos en los procesos de transformación que en la sociedad tenían lugar a partir de la implementación de las nuevas tecnologías de la información y de la internacionalización de la comunicación.

Los estudios en comunicación se encontraban en pleno proceso de renovación teórica, marcados por una fuerte tendencia hacia la institucionalización. Realizar un seguimiento de la influencia del pensamiento democrático nos resultó productivo para poder afirmar que la comunicación ingresaba al análisis social como dimensión fundamental: en sus relieves era posible estudiar la lucha por la significación y, por lo tanto, la constitución de la identidad de los sujetos que participarían de los conflictos del orden democrático. Cabe destacar entonces la fuerte vinculación de la comunicación como campo de estudios con el campo de la cultura y la política: basta mencionar las reflexiones sobre el papel material de los sistemas de comunicación en la sociedad, su capacidad de alteración de los mecanismos de constitución del sentido común y las consideraciones sobre la posibilidad de construir una significación divergente. La comunicación, en definitiva, se volvía una apuesta de los procesos de cambio democrático.

La revalorización del ideario de la democracia ha provocado distintas reacciones al interior de la intelectualidad de izquierda, haya sido éste abrazado con optimismo o percibido con cierta desconfianza. Desde este punto de vista, creemos que un aporte de este trabajo ha sido evidenciar la emergencia de una innovadora propuesta de intervención por parte de los intelectuales que han trabajado temáticas del campo de la comunicación y la cultura a comienzos de los años ochenta. En su especificidad como intelectuales de la comunicación, es posible identificar una tendencia a fomentar mayores canales de participación y expresión de las pluralidades, como forma de intervención política en la lucha por la construcción de una significación divergente.

 

 

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1. Al analizar los debates que tuvieron lugar entre los intelectuales de izquierda durante la experiencia en el exilio en la década del setenta, Mariano Zarowsky sostiene que no es exagerado plantear que en los desarrollos teóricos de Casullo y Caletti se procesaba la crítica a la experiencia guerrillera al mismo tiempo que se descartaba la tradición marxista y socialista en su conjunto. Zarowsky sostiene que se tiene la impresión de estar asistiendo a un umbral de época que reclamaba nuevos esquemas de entendimiento y frente al cual se percibía un vacío teórico, donde se situaban como ejes principales el balance en clave de reflexión autocrítica de las premisas que habían orientado la investigación en comunicación, la revisión crítica de las categorías teóricas desplegadas en los años sesenta y setenta y por último, la revalorización de la democracia en la comunicación y de la comunicación en tanto apuesta democrática (Zarowsky, 2017:145-150).

2. En el campo de los estudios en comunicación, de acuerdo con Armand y Michelle Mattelart, durante la década del 80 el aporte de la teoría gramsciana logró poner en jaque las teorías estructuralistas. De esta manera, se comenzó a dar lugar a enfoques que intentaron revalorizar la cultura como espacio de resolución de conflictos políticos, planteando el interrogante de la organización de la multiplicidad de actores sociales en la construcción de una hegemonía popular, definida no como una empresa de normalización de las diferencias, sino como una articulación de todas esas nuevas formas de conciencia que han surgido con los nuevos movimientos sociales (Mattelart y Mattelart, 1986:86-87).

3. Carlos Strasser (2016) recuerda a Francisco Delich como una figura que fomentó el crecimiento de las ciencias sociales en el país a la vez que luchaba contra los regímenes militares, en pos de la democracia (Strasser, 2016:9-10).

4. Continúa Russo: Y en general se entusiasmaba por el presente como apertura de cambios que se estaban iniciando. Siempre dispuesto a aceptar y construir nuevas propuestas, a pensar nuevas ideas. Sus testimonios refuerzan el perfil de Delich como un intelectual que se interesaba por impulsar la creación de instituciones, sensible ante los cambios de época (Russo, 2016:162).