Las raíces subjetivas y sociales
de la pérdida de legitimidad de los regímenes democráticos
y del surgimiento de los movimientos sociales actuales
Ilan Bizberg
ilan@colmex.mx
Colegio de México
México
Recibido: 22/10/2019
Aprobado: 15/12/2019
Resumen
Este artículo arguye que los movimientos que inician con la primavera árabe, siguen con el movimiento Los Indignados de Madrid y Occupy Wall Street, y continúan con los gilets jaunes y con los múltiples movimientos sociales actuales: Hong Kong, Chile, Líbano, Colombia, México, tienen fuentes comunes. Se han señalado dos distintas: la gran desigualdad que se ha producido en casi todos los países del mundo por la financiarización y la crisis de legitimidad de la mayoría las democracias representativas del mundo. La primera puede explicar varios de los movimientos en algunos países, aunque no revele todo. La segunda, referida a la crisis de legitimidad de la mayoría los gobiernos actuales, no es una crisis de la democracia que da lugar, inevitablemente, al populismo, sino una crisis de la democracia representativa. Este artículo discutirá, en una primera parte, la crisis de la democracia representativa y la manera cómo los nuevos movimientos sociales actuales reivindican y, en cierta medida, viven la democracia participativa. En una segunda parte, analizaré las fuentes subjetivas del malestar social que está en el corazón de la mayoría de los movimientos sociales que están surgiendo actualmente y que abordan directamente cuestiones subjetivas y culturales. Finalmente, en una tercera sección, examinaré la manera cómo varias de estas reivindicaciones subjetivas atañen un choque de temporalidades: entre la temporalidad subjetiva y el tiempo social, el institucional y, por vez primera en la historia de la humanidad, con el tiempo geológico.
Palabras clave
Movimientos Sociales, Crisis, Democracia Representativa, Democracia Participativa, Subjetividad, Tiempo.
Abstract
This article argues that the movements that initiate with the Arab Spring, continue with the Indignado movement in Madrid and Occupy Wall Street, and continue with the gilets jaunes in France and with the multiple current social movements: Hong Kong, Chile, Lebanon, Colombia, Mexico, have common sources. Two distinct ones have been pointed out: the great inequality that has emerged in almost all the countries due to financialization and the crisis of legitimacy of the majority of the representative democracies in the world. The first may explain several of the movements in some countries, although it does not reveal everything. The second one, which refers to the crisis of legitimacy of most current governments, is not a crisis of democracy that leads, inevitably, to populism, but a crisis of representative democracy. This article will discuss, in its first section, this crisis of representative democracy and the manner in which the new contemporary social movements demand, and to a certain degree, experience participative democracy. In the second section, I will analyze the subjective sources of the present social malaise that lies at the heart of the present social movements that directly address subjective and cultural issues. Finally, in the third section, I will analyze how several of these subjective claims concern a clash of temporalities: between subjective temporality and social and institutional time as well as, for the first time in the history of mankind, with geological time.
Keywords: social movements; crisis of representative democracy; participative democracy; subjectivity; time.
Introducción:
Tres fenómenos que mueven al mundo
Cuando se producen, simultáneamente, movimientos sociales en tan diversas partes del mundo, como en la actualidad, es posible pensar que, a pesar de que en cada caso tiene características particulares, hay elementos comunes. De la misma manera, los distintos movimientos del 68 tenían una base común: varios analistas la han considerado el pasaje de la sociedad industrial a la sociedad post-industrial. En la actualidad, los movimientos que inician con la primavera árabe siguen con el movimiento de Los Indignados de la Puerta del Sol de Madrid y Occupy Wall Street, y continúan, más recientemente, con los gilets jaunes y con los múltiples movimientos que se están produciendo en todos los continentes: Hong Kong, Chile, Líbano, Colombia, México, entre otros, tienen fundamentos comunes.
Los estallidos sociales actuales se han explicado de dos maneras distintas: por la gran desigualdad que se ha producido en casi todos los países del mundo y por la falta de representatividad y legitimidad de la mayoría de los sistemas políticos del mundo. La primera puede, definitivamente, explicar varios de los movimientos en algunas partes del mundo, aunque revele todo. La segunda, el hecho de que la mayoría de los gobiernos actuales carecen de legitimidad, no se explica por sí mismo, es necesario entender las razones sociales, pero también subjetivas, En general, se han ignorado las fuentes subjetivas de este malestar social, a pesar de que la mayoría de los movimientos sociales que están surgiendo actualmente abordan directamente este tipo de cuestiones: el derecho al aborto, al matrimonio igualitario, la denuncia del acoso, del abuso y del feminicidio, los derechos de los individuos LGTBQ, el consumo alternativo, el cuidado del medio ambiente y el derecho a una muerta digna, entre otros. Un argumento importante de este escrito va en el sentido de que varias de estas cuestiones se relacionan con un choque de temporalidades: del tiempo subjetivo con el tiempo social, institucional y, por vez primera en la historia de la humanidad, con el tiempo geológico.
La crisis
de la democracia representativa
El derrumbe del comunismo tuvo como consecuencia liquidar el referente ideológico principal que definía la política desde, por lo menos, mediados del siglo XIX, el mundo se unificó sobre la base de un único modelo económico: el capitalismo. Esto, acompañado por el auge de los medios reales y virtuales de comunicación, dio lugar a la globalización, que no hubiera sido posible de persistir la división del mundo en dos regímenes económicos opuestos. El triunfo del capitalismo, sin oponente, los nuevos medios de comunicación y la globalización, derivaron no solo en un capitalismo sin barreras, sino en un capitalismo con una menor aversión al riesgo y a la financiarización. Esto último, a su vez, tuvo como consecuencia el incremento de la desigualdad, tanto en el interior de los países pobres como de los países ricos.
Esto tuvo, a su vez, consecuencias políticas significativas: por una parte, el empobrecimiento de las clases medias (preponderantes en los países desarrollados) derruyó los fundamentos sociopolíticos sobre los que se basaban las viejas democracias; por la otra, el fin del comunismo permitió que los gobiernos se liberaran de tener que conciliar el mercado con el bienestar de los trabajadores, que podían ser atraídos por ese tipo de sistema de no mejorarse sus condiciones económicas y de trabajo. Con ello declinó el poder de los sindicatos y se derruyó progresivamente el Estado de bienestar que beneficiaba a las mismas poblaciones que estaban siendo afectadas por el fenómeno de la creciente desigualdad. En los países excomunistas, todo sucedió aún más rápidamente: con el fin del comunismo se vinieron abajo las organizaciones sindicales. Y con los sindicatos, el resto de las organizaciones intermedias, las cuales eran, junto con las clases medias, la base de la democracia representativa.
Estos fenómenos socioeconómicos han estado acompañados por un extraordinario desarrollo de los medios de comunicación, tanto físicos como virtuales, lo cual ha facilitado la circulación de la información política y la intervención de los individuos directamente en el ámbito político, aunque sea sólo virtualmente: dando su opinión, circulando noticias y comentarios. Esto que puede ser un significativo apoyo a la democracia cuando es utilizado por individuos en acciones colectivas, como ofrecer información, planear acciones, generar discusiones sobre distintas cuestiones, exigir al gobierno la solución de problemas o nuevos derechos, en resumen, para reconstruir asociaciones (que, aunque sean virtuales, pueden concretizarse al movilizarse) de intermediación entre los ciudadanos y la política.
Pero, también ha facilitado la manipulación de la información. En primer lugar, ha permitido simplificar la información política, conducirla a su grado cero: los políticos actuales pueden basar su mensaje político ya no en proyectos o programas de gobierno, sino en imágenes y frases cortas, simplificadas al máximo. Aunque este fenómeno se daba ya con la radio y luego con la televisión, los nuevos medios de comunicación potenciaron aún más las características que Adorno y Horkheimer habían descubierto en los viejos medios: los mensajes cortos, simples, de pocas palabras y, cada vez más, de imágenes shock tienen un efecto muy importante sobre los ciudadanos. Este instrumento ha permitido vehicular esos mensajes no sólo de manera rápida y extensa, sino incluso selectiva, como vimos con el caso de Cambridge Analitica.
Con la globalización, creció no solo la circulación de mercancías, de capitales, sino la de la población (sea por necesidad o por ocio). Cualquier persona, aunque no podía viajar físicamente a otros países, lo podía hacer virtualmente. Ello implicó un incremento de la migración de los países pobres a los ricos, lo que permitió que la migración se utilice como la forma de culpar a los migrantes de todos los problemas internos, como ya se hacía en el pasado (en los años treinta), y como fue el caso del Brexit (Boyer, 2020). Para ello han ayudado enormemente los medios virtuales de comunicación, donde los argumentos políticos se pueden reducir a una simple imagen: una fotografía de un grupo de migrantes que se apresta a pasar la frontera de un país es difícilmente contrarrestada por un largo y bien construido argumento acerca de la situación en los países de donde vienen o del recuerdo que todos fuimos migrantes en algún momento de nuestras vidas o las de los padres: la imagen más simple domina.
Finalmente, la política está cada vez más desajustada con respecto a los hechos que pretende controlar, conciliar, regular, dirimir, resolver, debido la aceleración del tiempo económico, social, histórico y geológico. Mientras tanto, los cambios tecnológicos, económicos, sociales, e incluso la historia y los desafíos del deterioro del medio ambiente, se precipitan. Las estructuras políticas e institucionales tienen otro ritmo, son mucho más lentas ya que dependen de la discusión, la negociación y el acuerdo, y luego la construcción y transformación de las instituciones. La política también está desfasada con respecto a los mecanismos que rigen una economía financiarizada: algoritmos que deciden el rumbo de una economía en nanosegundos y pueden llevar a un país o al mundo a una crisis (Boyer, 2013). También está desacoplada con respecto a la aceleración del tiempo histórico y del tiempo geológico que, por primera vez en la historia de la humanidad, está presente a los ojos de los seres humanos en la medida en que vivimos el fin del Antropoceno.
La consecuencia más directa de todos estos cambios ha sido el surgimiento de una forma política que la mayoría de los analistas han denominado populista, término que tiene su historia en el siglo XIX en Rusia y los Estados Unidos pero que se ha extendido y, en gran medida desvirtuado, al usarlo en la actualidad para describir todo tipo de expresión política, de izquierda y derecha, incluyentes y excluyentes, etc. La mayoría de los estudios se enfocan a analizar estas formas políticas de manera fenoménica, es decir por sus expresiones externas, relacionadas con el discurso del dirigente y su pretensión de hablar en nombre del pueblo. Estas concepciones dan la mayor importancia a la demagogia del líder, a sus discursos orientados a los sectores más desprotegidos de la sociedad en contra de los estratos privilegiados, enfatizan su visión maniquea de la realidad social, según la cual todos los males provienen de los sectores privilegiados, mientras que los desprotegidos son considerados como intrínsecamente virtuosos (Hermet, 2001: 133; De la Torre, 2013: 4). Se plantea que el discurso populista pretende abolir la distancia, las barreras, e incluso las diferencias existentes entre los gobernados y los gobernantes, entre los de arriba y los de abajo (Hermet, 2001: 49). Según esta perspectiva, el populismo es un movimiento antipolítico que rechaza los mecanismos políticos tradicionales que demoran la resolución de las fracturas y de las injusticias sociales, además de que niega la temporalidad de la política, exige y promueve la respuesta instantánea a los problemas y a las aspiraciones que ninguna acción gubernamental tiene la facultad de resolver (Hermet, 2001: 50).
Estas perspectivas consideran, en primer lugar, que lo que estamos viviendo actualmente la crisis de la democracia tout court, y no la crisis de la democracia participativa. Esto porque piensan que, ante la crisis de este ideal de democracia, el único que se puede reclamar de este nombre, se pasa necesariamente a un régimen no-democrático. Se concluye que la única alternativa a la democracia liberal es un régimen no democrático que delega todo el poder, que antes estaba en manos de los representantes, al dirigente. No obstante, varios autores (Coppedge, 2002, Laclau, 2005), consideran que en toda democracia hay una tensión irresoluble entre democracia formal/representativa y democracia participativa; en toda democracia existe una tensión entre la democracia liberal/representativa a la Constant, que pone el acento en las instituciones formales, y la concepción participativa, propuesta por Rousseau, en la cual la democracia es la expresión de la voluntad popular (Coppedge, 2002), o dicho de otra manera entre utopía y realismo (Targuieff, 2007, p. 172). En toda democracia existe un aspecto que apela a la representación, a los representantes del pueblo y otro que apela directamente al pueblo. Frente a la crisis de la democracia representativa, derivada de su incapacidad a ofrecer soluciones a los grandes desafíos del mundo contemporáneo, ha emergido con más impulso este factor que siempre ha estado ahí, pero que estuvo subordinado o en equilibrio con la idea de la democracia como representación (Coppedge, 2002). Esto permite comprender que la crisis de la democracia representativa no sólo ha dado lugar al llamado populismo, sino que se ha afirmado con fuerza renovada la otra dimensión de la democracia, en las innumerables movilizaciones sociales que hemos estado viendo surgir por doquier desde hace diez años y que reivindican la democracia participativa.
Nuevos
movimientos
sociales
y democracia
participativa.
El título de un libro reciente, El pueblo contra la democracia (Mounk, 2018) refleja fielmente la incomprensión del hecho que la crisis actual de la democracia no es tal, sino que se trata de la democracia representativa, y que, en contraste de lo que puedan pensar los que defienden la tesis de que el pueblo se rebela en contra de la democracia y que esto resulta, fatalmente, en el autoritarismo, los movimientos sociales actuales están demandando una profundización de la democracia. En la discusión que sigue sobre los nuevos movimientos sociales proponemos que éstos no sólo están demandando más democracia, sino que muchos de ellos está aportando soluciones a los grandes problemas contemporáneos que están en la raíz de la crisis de la democracia representativa; pero lo hacen a nivel local. Faltaría que encontraran la forma de construir las instituciones adecuadas a estas demandas, es decir resolver la antinomia postulada por Rousseau, más que rechazar la posibilidad de conjuntar pueblo y democracia, más que considerar que el pueblo está en contra de la democracia.
La sociabilidad que construyen estos nuevos movimientos sociales es una crítica viviente de la democracia representativa, en tanto viven la democracia participativa. En las manifestaciones o en las tomas de espacios físicos, no se montan plataformas desde donde se pronuncian discursos, de hecho, ni siquiera hay discursos; hay testimonios, como los de las víctimas en el caso del MPJD, discusiones como en el caso de Los Indignados de la toma de la Puerta del Sol en Madrid, del movimiento Nuit Débout en la plaza de la República de París, o el movimiento de los gilets jaunes. Cualquiera puede intervenir en cualquier momento en la asamblea. De hecho, es por ello que se establecen formas inéditas de tomar la palabra y organizar los debates y que éstos no se vuelvan caóticos (testimonio de un participante de la Puerta del Sol).
Tratan de interactuar en una nueva forma de organización en la que predomina la democracia participativa y en cuyas asambleas se produce una democracia deliberativa. No reconocen jerarquías o liderazgos, rechazan la idea de representantes o voceros del movimiento. En el caso mexicano, recusaron a los medios de comunicación que intentaban reconocer a algunos líderes. El movimiento de los gilets jaunes en Francia criticó e incluso agredió a los participantes que se presentaban como sus representantes o a los que pretendieron presentar una lista de candidatos a las elecciones municipales de marzo de 2020 en Francia. En el caso de estos movimientos, así como el de Ocuppy Wall Street, se vivió una organización de las asambleas con base en formas de participación que ejercen la democracia horizontal, sin liderazgos, sin jerarquías, donde todos los asuntos son susceptibles de ser discutidos (Gareber, 2012). Varios autores que han descrito estos movimientos en España, Atenas y Nueva York han acentuado que se produjo
una ruptura por su manera abierta, participativa, directamente democrática de organizarse y de funcionar […] [mediante] procedimientos flexibles y que pueden ser modificados de un día al otro; que son autocriticados y ajustados en función de errores, de comentarios y sugerencias que emergen directamente de su puesta en práctica. […] Rechaza toda forma de representación o de mediación, que garantiza por la circulación permanente de las posiciones revocables que atraviesan todas las estructuras y todas las funciones nacidas de este movimiento. (Giovanopoulos, 2012: 83-84)
En el caso del MPJD,
la participación, la deliberación es lo que permite a las víctimas devenir actores, por lo menos de sus propias vidas. La mayoría nunca había participado en un movimiento social ni pretendían hacerlo antes de la tragedia que marcó sus vidas. Pero pronto han ido viviendo un proceso de transformación radical que los ha cambiado de ser individuos caracterizados por la injusticia de la que han sido objeto para convertirse en verdaderos promotores de los derechos humanos de todas y todos en nuestro país y en luchadores sociales organizados […] Pero esto aún no bastaba, era necesario que las propias víctimas tomaran en sus manos la dirección del Movimiento para imprimirle un nuevo ritmo, dinámica y ruta en un momento en que su caminar se percibía lento y disperso frente a la urgencia de quién mantiene como estandarte la esperanza cargando el dolor de la incertidumbre a cada segundo. (Solís, 2012)
No son movimientos estructurados, permanentes, e institucionalizados porque suceden en la acción (Ciudades Rebeldes, 2013: 23; Gohn, 2014: 204), continúan conectados en red, en grupos de internet, Facebook, WhatsApp, por lo que pueden resurgir en cualquier momento. Hicieron uso de los vínculos virtuales existentes para lanzar y extender su movimiento, como lo hizo el movimiento #YoSoy132 luego de la manipulación de la información por el gobierno y por las principales cadenas televisivas y radiales sobre la visita del candidato del PRI a la presidencia de la República a la Universidad Iberoamericana, o en el inició la primavera árabe en Túnez, cuando se transmitió por las redes la inmolación de Mohamed Bouazizi. Por otra parte, una vez que termina la fase de mayor movilización en las calles y plazas, el movimiento subsiste de manera latente, ya que los participantes continúan conectados virtualmente y pueden reaccionar y movilizarse aún a pesar de que no exista una organización permanente/estable. En el caso mexicano, esto fue lo que explica la rapidez en la que se organizaron las tres marchas, mayoritariamente de estudiantes, para exigir el esclarecimiento de los hechos y reclamar la búsqueda y la aparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.1
Además, estos nuevos movimientos se originan con base en redes horizontales, creadas por individuos frente a sus computadoras o celulares. Un participante en el movimiento #YoSoy132 lo plantea muy claramente: a través de las redes los sujetos tienen a su alcance la posibilidad de expandir deseos, placeres, descontentos, esperanzas, expectativas o pretensiones. En la red, la subjetividad se expande y la acción política se puede acrecentar (Granados, 2013: 55). El zapatismo también usó el internet como un recurso muy significativo. Según el propio Marcos: había un espacio nuevo, tan nuevo que nadie había imaginado que una guerrilla podría utilizarlos (Marcos, en Le Bot, 2013: 137). Esto implica, también, que estos movimientos se caractericen por su heterogeneidad. Al crearse en un mundo virtual y no estar definidos por una categoría social, una localidad determinada, una fábrica, etc., el llamado a la acción, a la manifestación convoca a personas con diferentes identidades, formas de pensar, razones para reclamar. Esta es una de sus virtudes, pero que puede volverse en contra de ellos, ya que algunos de estos grupos pueden ser incompatibles y provocar rupturas del movimiento, como bien se ha visto con los gilets jaunes.
Finalmente, son movimientos des-territorializados, no tienen un lugar físico de encuentro, o un local permanente. El territorio es sustituido por la red, por el contacto virtual. Es a través de la red que se informan, discuten y convocan a una manifestación, donde deciden dónde reunirse, manifestar, y donde definen sus demandas. Aunque cada grupo pequeño o incluso cada individuo decide su propia demanda, la forma en que se manifestará, etc. Están desterritorializados de una manera adicional, ya que tienen contactos internacionales y llevan a cabo manifestaciones en diferentes partes del mundo. También, en tanto que reivindican temas que rebasan cualquier territorio, nación, país y se refieren a los problemas globales tales como la emergencia ecológica, el incremento de la violencia, la dominación de las finanzas sobre la producción, el sobreconsumo, la situación de los migrantes, de los indígenas, los desempleados, el poder de los medios de comunicación, entre otros (Le Bot, 2013). Así, el EZLN, influyó en los movimientos internacionales con su demanda de respeto a la diferencia y de la dignidad de la identidad local ante los procesos de homogeneización de la dominación cultural de lo nacional/global, para convertirse en el primer movimiento alterglobalización, reivindicado por los siguientes, en Seattle, Wall Street, Madrid, entre otros. El movimiento por la presentación con vida de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa ocurrió simultáneamente en México, Francia, Alemania, Inglaterra, etc.
No obstante, la red no sustituye el contacto cara a cara, que finalmente es lo esencial (Mosca, 2010). Lo que se hace en la red es preparar la presencia física en algún lugar específico, cuando se pasa de la latencia a la acción. Es por ello que, en algunos momentos, estos movimientos ocupan un lugar físico. Por ejemplo, el parque Gezi y la plaza Taksim para impedir que el gobierno turco destruyera el parque y construyera un centro comercial; la Puerta del Sol y la Plaza Tharir para ejercer una presión más fuerte sobre el gobierno; ciertas intersecciones de ruta (los puntos de encuentro de los chalecos amarillos). Pero, sobretodo, ocupan espacios públicos para vivir de otra manera, como veremos en adelante.
Los nuevos
movimientos
sociales
y la subjetividad
No es posible entender el auge de los movimientos actuales en diferentes partes del mundo únicamente por la falta de legitimidad del sistema democrático representativo o por los excesos del neoliberalismo, aunque es bien cierto que en algunos países estas dos cuestiones están más presentes que en otros. En el caso de Argelia, en efecto, la población de jóvenes, que no vivieron la Revolución de independencia de Francia y no creen en su mito, se levantaron en contra de los viejos dirigentes surgidos de ella y de la esclerosis del régimen político. Aunque en El Líbano todo comenzó por la intención del gobierno de tasar los mensajes de WhatsApp, muy pronto se reorientó en contra de la corrupción e incapacidad del gobierno, obligándolo a dimitir. En Hong Kong, la lucha principal es la de preservar las libertades civiles y las limitadas libertades políticas que aún existen en esa provincia2, ante la injerencia cada vez mayor del partido comunista que gobierna China continental.
En otros países, los movimientos se orientan más hacia los excesos del neoliberalismo. En varias ciudades de Brasil, en 2013, las protestas iniciaron con el aumento del pasaje del metro en Rio de Janeiro, lideradas por el movimiento Passe Livre, para luego dirigirse contra las carencias de los servicios públicos al tiempo que se gastaban enormes recursos para preparar la Copa Mundial y las Olimpiadas. Desde octubre de 2019, en Chile se han estado manifestando decenas de miles de jóvenes contra la desigualdad generada por el liberalismo, frente a la privatización de la educación y de las pensiones (las AFP). La capital, Santiago, está llena de pintas en las cuales se lee No + AFP, Saquéame por favor, El pueblo no es mercancía, resiste! Ante la violenta reacción de las fuerzas policiacas (los carabineros) y, durante un poco más de una semana del propio ejército, muchos de los tags se referían a las 27 muertes, cientos de cegados por los balines de goma y plomo y los miles de heridos: Estado asesino, El gobierno nos mata, En qué momento volvimos al 73. Muy pronto, la demanda fundamental devino política, se comenzó a exigir el cambio de la constitución que data de la época de la dictadura de Pinochet y que ningún gobierno de la transición modificó de manera significativa. En Colombia, a fines de 2019, los estudiantes exigieron un aumento de los recursos para la educación y protestaron en contra del proyecto fiscal del gobierno. En Francia, al igual que en el Ecuador, las manifestaciones comenzaron en respuesta al aumento del precio de la gasolina.
No obstante, estas acciones van más allá de la falta de legitimidad de un gobierno o la desigualdad económica. La característica fundamental de estos movimientos, que los hace ser nuevos, es, como lo escribió Touraine hace más de 20 años, que no se definen por un solo rasgo, sino que incluyen varias dimensiones: económica, social, política y, en ocasiones, cultural; si incluyen las cuatro, Touraine los define como movimientos sociales totales. Pero también son nuevos en la medida en que centran sus demandas en la aspiración, expresada de múltiples maneras, de devenir sujetos. En un mundo en el que los individuos están, por una parte, cada vez más aislados y, por la otra, crecientemente dominados por fuerzas que escapan de su control, el individualismo ha dejado de ser satisfactorio para un creciente número de personas que desean devenir actores de sus propias vidas: sujetos (Touraine y Khosrokhavar, 2000).
En la actualidad, la cuestión social, tal y como la definen Martuccelli y Wieviorka, ya no se ubica primordialmente en la relación capital-trabajo, sino en las dominaciones ordinarias, que se expresan de distintas maneras: como exclusión, alienación y depresión; estrechamente asociadas al individualismo contemporáneo. En el centro de la problemática social actual se sitúa, al individuo en su lucha por devenir sujeto. Los que protestan pretenden rebasar su situación de exclusión y alienación para devenir actores de sus propias vidas (Martuccelli, 2001 en Wieviorka, 2003: 33-35). El ejemplo más dramático, en el caso mexicano, es el de las víctimas de la violencia extrema, que luchan para pasar de la condición de víctima, de la alienación o depresión a la cual la violencia extrema las reduce, al despojarlos de toda relación social, en tanto el individuo no es dueño de su destino y ni siquiera posee las categorías que podrían permitirle pensar su experiencia (Martuccelli, 2001 en Wieviorka, 2003: 34). En este caso, los individuos son doblemente victimizados y, por tanto, alienados: una vez, porque han sufrido en carne propia la violencia que les ha privado de un miembro de su familia (ya sea asesinado o, aún peor, desaparecido) y en segundo lugar, por su entorno, en la medida en que tanto en el discurso oficial de la guerra contra el crimen organizado como de la reacción defensiva de la misma sociedad, la víctima es considerada como culpable, de alguna manera involucrada en actividades ilegales. Tanto en los textos de Sicilia, como en la mayoría de las expresiones de las víctimas, se habla de cómo el movimiento les ha permitido salir de la soledad de su sufrimiento para compartirlo y consolarse mutuamente; que, en lugar de quedarse a llorar en sus casas, el asistir a reuniones y a manifestaciones les ha devuelto un sentido a sus vidas. Muchos miembros del movimiento han dejado su trabajo y familia de lado, gastan sus pocos ingresos para asistir, a veces desde muy lejos, a las reuniones semanales y participar en las caravanas.3
Pascale Naveau halló en su tesis que las víctimas de la violencia que deciden integrarse a un movimiento como el de MPJD o migrar de Centroamérica a los Estados Unidos, pasan de ser víctimas a actores, mediante un proceso de subjetivación que los hace transitar de ser individuos que han sufrido la violencia extrema, a sujetos y actores de sus propias vidas. Con base en tres investigaciones de terreno, la autora llega a la conclusión de que son sujetos que intentan vivir una experiencia diferente movilizando su experiencia de víctima […] actores de su propia vida y, en ciertos casos, actores sociales, políticos y culturales (Naveau, 2019: 13). En el caso de la depresión, la persona singular es la única responsable de su existencia, de sus fracasos (Wieviorka, 2003: 34), hasta que decide actuar sobre lo que determina, de manera heterónoma, su existencia. Una pinta en Santiago de Chile es bien clara al respecto: La rabia me quitó la depre.
La subjetivación no es un proceso que pueda definirse de una manera individualista/utilitaria, sino que devenir sujeto exige el derecho y el ejercicio de la subjetividad humana, como lo demuestra el énfasis de los movimientos actuales en los derechos subjetivos; humanos, sociales, políticos y culturales. Frente a una sociología del individualismo que ha defendido la idea de que la característica del mundo moderno es el distanciamiento de los metadiscursos, ya sean religiosos o políticos, y que mantiene cada vez más al individuo encerrado en sus intereses particulares, distanciándolo de lo común, de lo público, de lo social, tanto el pensamiento de Amartya Sen como la sociología de Alain Touraine proponen lo contrario. Defienden lo que, en palabras de Amartya Sen, distingue a un sujeto de un individuo. Sen (2003) propone que si bien el individuo (utilitario) se define por el deseo de libertad negativa, es decir perseguir sus intereses sin tener que involucrarse en el interés público (como pensó Constant cuando caracterizó la libertad de los modernos en contraste con la libertad de los antiguos), el sujeto se define con base en la libertad positiva, que tiene un contenido: básicamente el derecho a ejercer efectivamente la libertad con total autonomía. Contrariamente a la libertad negativa, que se plantea contra el Estado, la posibilidad de ejercer efectivamente la libertad individual (o personal) requiere garantías públicas; ya sea respaldadas por asociaciones u organizaciones sociales o por el propio Estado. Sen no profundiza en la forma en la que la esfera pública garantiza la posibilidad de que las personas ejerzan efectivamente su libertad, esto es lo que constituye el principal interés de la sociología del sujeto de Touraine, quien propone que la gran transformación social de la era contemporánea es la aparición de movimientos colectivos guiados por el proyecto de garantizar la plena autonomía del sujeto, que se define por la posibilidad de que los individuos decidan sobre los temas fundamentales que definen su subjetividad: la procreación, la vida en pareja, la relación con los hijos, la sexualidad, la enfermedad y la muerte (Touraine, 2013).
La lucha por devenir sujeto genera nuevos movimientos que tienen como fundamento el proceso de autoafirmación subjetiva que los individuos persiguen para afirmar su libertad individual de las fuerzas globales que impactan sus vidas (Farro, 2014: 16). Devenir sujeto puede expresarse de maneras distintas y por lo tanto dar lugar a distintas formas colectivas que pueden expresar alguna de las dominaciones ordinarias. Han aparecido nuevos actores colectivos que van desde el feminismo, el ecologismo, hasta los movimientos indígenas, los movimientos LGTBQ, y más recientemente los de jóvenes. Entendiblemente, uno de los propósitos fundamentales que persiguen es que el individuo se transforme a sí mismo. Detrás, está la idea de que para cambiar al mundo ya no se pretende tomar el poder para tratar de hacerlo desde arriba, sino cambiar al mundo desde abajo, cambiándose uno mismo: la posición de cada uno de nosotros hacia la sociedad, la pobreza, la intolerancia y el consumo. Los movimientos actuales rechazan el poder del dinero, de las finanzas, proponen otro tipo de desarrollo económico, otro tipo de consumo, otras formas de vida. Por tanto, están muy cerca de la persona, implican y requieren un compromiso personal. En este sentido son subjetivos y al mismo tiempo culturales. El movimiento Pase Libre menciona que su activismo deja de ser una acción de reclamo puramente reivindicativa de unos pocos momentos en la vida de uno (votar, ir a una manifestación, una marcha), para convertirse en un modo de vida, un estilo de vida, algo estrictamente personal (Viana, 2013: 99).4
Estas maneras de concebir el cambio social, transformando el mundo sin tomar el poder pretende que sea la gente la que haga los cambios y no tanto los políticos (activista mexicano citado por Pleyers, 2018: 71). Otro activista dice que
a pesar de que hubo una pronta y repentina desmovilización [del movimiento #YoSoy132] sabía México que contaba con un grupo de jóvenes conscientes que no volverían a ser insensibles con las causas justas de la patria, y que usando el poder mediático y una opinión que lograba llegar con facilidad la juventud, seguirían despertando conciencias y asumiendo un compromiso eterno por conseguir un país más justo. (Gaitán, 2013: 177)
Una pinta en Santiago de Chile en noviembre de 2019 decía: Ojo X Ojo. No volveremos a ser los mismos.
Es patente que el cambio de sí mismo no se lleva a cabo en el retraimiento individual, sino en la acción colectiva, y que el cambio social se concibe como un proceso colectivo. La autoafirmación de los individuos, según Farro, se produce mediante movimientos colectivos que enfrentan la fragmentación social mediante la construcción de nuevas relaciones intersubjetivas […] en experimentos de participación activa (Farro, 2014: 16). No podemos cambiar al mundo si no empezamos por cambiarnos a nosotros mismos, ayudar a nuestros vecinos, a ver lo que está pasando en nuestro barrio (entrevista citada por Pleyers, 2018: 71). De esta manera, el cambio social se va construyendo a partir de lo local, por la multiplicación de espacios alternativos que tienen, cada uno, su especificidad (Pleyers, 2018: 72). Cheran es un buen ejemplo de esta cuestión, al igual que las comunidades zapatistas donde se han logrado establecer zonas en las que se vive de otra manera, prefigurando un mundo sin el dominio del narco, de manera ecológica, de respeto a la naturaleza, con base en las formas de vida de las culturas originarias. De esta misma manera, Pascale Naveau, en su ya citado estudio sobre las víctimas de la violencia extrema, escribe que las víctimas han logrado convertirse en actores sociales para construir pequeñas paces, pequeños territorios donde la paz es posible (Naveau, 2019).
Como escribe Pleyers, los activistas construyen un nuevo mundo en el ámbito local,
por un lado, quieren defender la autonomía de su experiencia vivida de cara a la dominación de todos los aspectos de la vida por parte de industrias culturales globales y podres económicos […] por otro lado, su compromiso político es vivido más que calculado […] entienden “construyendo otro mundo” desde el punto de partida de sus prácticas alternativas concretas y experiencias: consumo alternativo, organización horizontal y participativa (Pleyers, 2010: 38).
En el caso de las manifestaciones chilenas, un participante5 plantea que
el tiempo fuera del trabajo y la escuela se convirtió en tiempo para construir y reforzar los lazos sociales […] La falta de tránsito confiable significaba que muchos se veían obligados a caminar, lo que aumentaba la probabilidad de encontrarse con amigos y vecinos en el camino. La popularidad y la frecuencia de las movilizaciones también crearon un espacio para estos encuentros casuales […] lejos de los vecindarios de élite donde la clase dominante vive una vida aparte, los vecinos continúan reuniéndose un par de veces a la semana para tomar té, compartir algunos paquetes de galletas y discutir el futuro del país.6
Un joven de Hong Kong dice algo similar con respecto a su lucha:
Quién sabe si llegará la democracia, quizá la democracia en Hong Kong depende de la democracia en China. Lo que nosotros estamos haciendo es actuar como si la democracia fuera possible. Este tipo de “hacer creer” que lo que los niños saben hacer muy bien, toman arena y hacen un castillo o una casa de sueños; eso es lo que estamos haciendo nosotros.7
El movimiento de los gilets jaunes también es ilustrativo. Inicia con la protesta de los habitantes de un gran número de pequeñas ciudades de Francia, movilizados en contra del alza de la gasolina, espontáneamente, respondiendo al llamado de videos que se volvieron virales. El aumento los afectaba muy directamente, ya que los centros de esas ciudades se han estado vaciando de comercios y servicios del Estado. El origen de esta desertificación de los centros ha sido consecuencia del retraimiento del gobierno, en el contexto de sus políticas de austeridad, así como la instalación de centros comerciales a las orillas de los pueblos que concentran comercios, cines, supermercados, etc. Esto obliga a los habitantes a desplazarse en auto para llegar al trabajo, al correo, llevar a los hijos a la escuela, ir al médico, al cine, a un restaurante, a un café, de compras, etc. Muy pronto la protesta en contra del alza de la gasolina se convirtió en una reivindicación del aumento de gastos por parte del gobierno y, luego de las primeras manifestaciones en las cuales hubo actos de degradación de mobiliario urbano, de comercios y de tags en monumentos públicos, ante los cuales la policía reacciono violentamente y arrestando decenas de personas, la reivindicación se volvió política y se comenzó a exigir la renuncia del presidente de la República. Pronto, a esta demanda se le añadió la de la democracia participativa o directa, el llamado referéndum de iniciativa colectiva, inspirado en lo que existe en Suiza, donde mediante recolección de firmas, la población puede exigir que se proponga cierto tipo de medidas o leyes a votación popular (Noirel, 2019, Jeanpierre, 2019).
Pero lo más significativo para nosotros es que la forma de protestar y hacer conocer su movimiento fue mediante la ocupación de las glorietas en las cuales convergían las carreteras locales. Ahí se reunían personas que, antes del movimiento, apenas se conocían y que estaban aisladas. Los desempleados, jubilados, madres solteras y familias que tomaron las glorietas y construyeron albergues donde se reunían para comer, platicar, jugar. Edificaron una nueva sociabilidad, lo que a su vez permitió que ese movimiento perdurara por más de un año y que se radicalizara. Entre semana vigilaban las glorietas, paraban los autos para explicarles su acción y los fines de semana viajaban a las grandes ciudades a manifestarse. Esto hasta que el gobierno se dio cuenta del peligro para su poder que significaba este tipo de organización y envió a la fuerza pública para retomar las glorietas y expulsar a los gilets jaunes. (Noirel, 2019, Jeanpierre, 2019).
Últimamente, ha emergido otro movimiento, aún más extendido a nivel internacional, que está ocupando un lugar central. Es un nuevo movimiento feminista que, a la diferencia de su antecedente de los años 50/70, no está exigiendo más puestos políticos, el mismo pago para las mujeres que para los hombres, o la representación paritaria, sino que a partir del movimiento #MeToo está demandando algo más fundamental. Su rebelión es contra del patriarcado, de la dominación masculina que ha derivado en el acoso sexual, la violación y el feminicidio. También, a diferencia del antiguo feminismo, el movimiento actual lleva a cabo acciones más firmes, como “taguear” monumentos para hacer más visibles sus demandas, destruir esculturas de hombres en lugares (como el Paseo de la Reforma; donde no hay prácticamente ninguna escultura de mujeres) o en ocasiones destruir mobiliario urbano como respuesta a la violencia de la policía. En el movimiento chileno los carabineros han violado a varias mujeres, o han cometido abusos sexuales al arrestarlas. En ese contexto surgió el video Un violador en tu camino que se volvió viral y que ha despertado en muchas partes del mundo acciones similares a las que se vienen dando en Chile y que se insertan en un movimiento global de rechazo al acoso sexual y al feminicidio que sufren diariamente las mujeres.
Nuevos
movimientos
sociales y tiempo
En esta última parte del artículo quisiera tratar un tema poco abordado en la literatura, pero que considero crucial para entender los nuevos movimientos sociales. En la medida en que la cuestión subjetiva es central en los movimientos actuales, es evidente que la cuestión del tiempo es fundamental, como lo reconoce espontáneamente un militante del #YoSoy132: los sujetos estamos hechos de tiempo; de memoria y olvido para ser específicos. Es así que en la palabra nos reelegimos, nos proponemos un lugar en el mundo, reorganizamos nuestra historia y nos damos un sentido (Primavera, 2013: 23).
La manera en la que se ha modificado la temporalidad en la actualidad, tiene efectos sobre la subjetividad y sobre la relación entre ésta y los movimientos sociales. En la actualidad, tanto el tiempo social (Rosa, 2014), como el tiempo geológico (determinado por el calentamiento global) amenazan la temporalidad subjetiva.
Bergson primero, y luego Heidegger, consideran que los seres humanos tienen primordialmente una relación existencial con tiempo, que incluye a la epistemológica y perceptiva, pero que no se agota en ella. El tiempo es la esencia misma del ser humano: no es posible concebir al ser humano más que existiendo en el tiempo. El tiempo es una experiencia, más que una estructura de nuestro entendimiento (Kant), es un vécu, una realidad en la que vivimos. Y vivimos el tiempo como un flujo en el cual mora el hombre, y que Bergson llamó la durée, la temporalidad. Mientras que Bergson (1960) pensaba que el vivir en la durée, en el flujo temporal, significaba que la temporalidad primordial del ser humano era el presente, Heidegger (1962) modifica esta visión al considerar que vivir en el presente es vivir de manera no auténtica, que la única manera auténtica es proyectarse al futuro. El vivir en el presente es una forma de ignorar el fin último e inevitable del hombre: la muerte. Al aceptar la muerte, por medio de la preocupación/ocupación,8 el ser humano se preocupa/ocupa del futuro, es capaz de convertirse en un ser de futuro, para orientar su vida hacia él, proyectándose hacia el futuro.
Si cada uno de nosotros vive su relación con el tiempo como un flujo continuo, sin divisiones, y límites, el tiempo social tiene otras características. El tiempo social, como toda realidad social es construida de manera intersubjetiva, como lo escribieron tanto Schütz, como Berger y Luckmann. A diferencia de la realidad natural que los seres humanos encuentran creada (aunque la modifiquen también de manera cada vez más radical), la realidad social es construida por los seres humanos de manera intersubjetiva. Y esto incluye el tiempo y el espacio; existe un tiempo y un espacio sociales construidos. Elias escribió que cada sociedad construye su temporalidad. Los seres humanos inventan e imponen un calendario, fiestas religiosas y cívicas, además de que definen la edad a la cual se puede casar, votar, comenzar a trabajar, ir a la escuela, jubilarse, etc.
Según Elias (1996),
Aquello que llamamos tiempo significa, entonces, en primer lugar un marco de referencia que un grupo humano -y luego la humanidad en su totalidad- se sirven para erigir en el medio de una serie continua de cambios, limites reconocidos por el grupo. (p. 91)
Berger y Luckmann mencionan que la interacción primordial entre la temporalidad subjetiva y el tiempo social (además del tiempo orgánico/natural de cada ser vivo) es restrictiva. Los distintos tipos de temporalidades, la natural, la subjetiva y la social nunca pueden estar totalmente sincronizadas, tal y como lo indica la experiencia de la espera. Tanto mi propio organismo, como la sociedad en la que vivo, me imponen a mi, y a mi tiempo interno, ciertas secuencias de eventos que involucran la espera (Berger y Luckmann, 1967: 27). Presuponen la idea heideggeriana de que el hombre es un ser que se proyecta al futuro, para constatar que, para llevar a cabo cualquier proyecto, es necesario esperar a que se den ciertas circunstancias tanto naturales, como sociales. Por ejemplo, para participar en una carrera prepararme físicamente o, si estoy lastimado, tengo que esperar a curarme. Para ejercer la medicina, tengo que ir a la universidad y graduarme. Para ir de viaje tengo que esperar a tener vacaciones, ahorrar lo suficiente, etc.
Esto último, el hecho de que la temporalidad subjetiva choque con la temporalidad social, el que ésta última obligue al ser humano a esperar, a retener su acción, a retrasar sus proyectos, no significa en absoluto que el hombre deje de actuar, de proyectarse al futuro, sino todo lo contrario: la conciencia de la muerte y la aceptación de nuestra mortalidad nos lleva a proyectarnos al futuro; de la misma manera, el hecho de que la naturaleza y la sociedad nos obliguen a esperar no implica que no actuemos, por el contrario, entraña que estemos continuamente definiendo una acción futura.
Finalmente, Schütz define la estructura del proyecto: hay dos tipos de acción, la interna, en la que el sujeto imagina la solución, por ejemplo, a un problema matemático, y la externa, en la cual el sujeto tiene que ajustarse a las condiciones del mundo. Si bien algunas acciones interiorizadas pueden no ser intencionales, toda acción exteriorizada lo es (Schütz, 1998: 53-54). De esta manera, la estructura temporal del proyecto es tal que debo tener
una visión del estado de cosas a ejecutar por mi acción futura […] tengo que tener idea de la estructura que quiero erigir antes de que pueda definir los proyectos […] Para proyectar mi acción futura, tengo que ubicarme imaginariamente en un futuro en el cual esta acción ya habrá sido llevada a cabo, en el cual el acto ya habrá sido culminado […] De esta manera, lo que es anticipado en el proyecto no es la acción futura, sino el acto futuro (Schütz, 1998: 55).
Esto significa que
[la] proyección se refiere siempre al stock de conocimiento disponible para el actor en el momento de proyectar, e implica su horizonte de anticipaciones vacías, la suposición de que el acto que se llevará al cabo seguirá un camino típicamente similar al de todos los actos pasados típicamente similares conocidos por él al momento de la proyección (Schütz, 1998: 59).
Hay dos experiencias a las cuales el actor se refiere al proyectar su acción y el acto futuro (realización del proyecto). La primera se refiere a las experiencias del actor y de sus opiniones, creencias, suposiciones, que se aplican al mundo físico y social, que son tomadas como dadas e indudables al momento de la proyección y que son incuestionables hasta nuevo aviso (Schütz, 1998: 61). La segunda serie de nuestras experiencias que basan la factibilidad de las acciones futuras consiste en las experiencias determinadas biográficamente en el momento de toda proyección. Algunas cosas están bajo mi control, otras escapan de mi control (Schütz, 1998: 64). El que sean una u otra depende de la sedimentación de todas las experiencias subjetivas anteriores (Schütz, 1998: 65). De manera que cuando proyectamos nuestras acciones, no actuamos en la oscuridad, esperamos el resultado con todo conocimiento de causa, tratando de ajustar nuestros proyectos con la realidad, nuestra temporalidad con el tiempo natural y social.
Ahora bien, el tiempo en el mundo contemporáneo está sufriendo transformaciones muy significativas, que afectan su relación con la temporalidad subjetiva. En primer lugar, el espectacular progreso de las comunicaciones, tanto las físicas como las electrónicas, han acortado radicalmente el tiempo de transporte y de comunicación. Es posible recibir noticias instantáneamente de lo que sucede en cualquier parte del planeta, por lo que también el espacio se está achicando y es posible viajar (real o virtualmente) grandes distancias en poco tiempo. Según Rosa, esta aceleración técnica lleva a que el tiempo es crecientemente concebido como un elemento de compresión o incluso de aniquilación del espacio (Rosa, 2014: 19).
En el mundo económico y social, el tiempo también se ha acelerado considerablemente. Por una parte, la financiarización de la economía, acompañada de la utilización de algoritmos que responden en nanosegundos, pueden rápidamente modificar el rumbo de una economía, lo que puede tener efectos devastadores sobre la economía real y sobre la vida de los ciudadanos de un país o del mundo, como lo vimos en la crisis global de 2008/2009. Por otra parte, los cambios tecnológicos acelerados hacen que la economía real que se innove cada vez más rápidamente, que las empresas surjan y quiebren precipitadamente y que las capacidades profesionales, obreras, caduquen varias veces en el lapso de una vida humana. También se ha acelerado la innovación social y cultural, lo que, según Rosa, lleva a la rápida transformación de los modos de asociación social, las formas de práctica y de sustancia del conocimiento, del saber práctico […] es decir la aceleración del cambio social (2014: 20). En todos los niveles (económico, social y cultural) lo que antes era válido deja de serlo muy rápidamente. El lapso en el cual lo que conocemos y se vuelve válido se acorta continuamente, tanto en lo que se refiere a nuestras capacidades laborales como nuestras normas sociales y valores culturales. La aceleración social se define por un aumento de la velocidad del declive de la fiabilidad de las experiencias y de las expectativas (Rosa, 2014: 22) lo que constituye las bases de lo que nos permite proyectarnos al futuro. Finalmente, hay también una aceleración del ritmo de vida, que es el aumento del número de episodios de acción o de experiencia por unidad de tiempo, que nos lleva a sentir que no tenemos nunca el tiempo suficiente (Rosa, 2014: 25).
Pero, con toda seguridad, el cambio más radical es que, por primera vez en la historia de la humanidad, estamos conscientes del tiempo geológico y cómo afecta nuestras vidas presentes y proyectos futuros. El tiempo geológico, imperceptible en el pasado, se ha vuelto un asunto cotidiano: en las noticias, en las conversaciones, en los trabajos científicos, pero sobretodo, en las vidas de los jóvenes. La crisis ecológica que vivimos en la actualidad nos ofrece una percepción de un tiempo que ninguna otra generación de seres humanos ha tenido en el pasado: estar viviendo el fin de la humanidad tal como la conocemos. Estamos conscientes de estar viviendo el fin de un ciclo que comenzó hace millones de años, que puede no tener futuro. Aunque esto existía en forma de distopía, en la actualidad es una realidad.
Todo tiene como consecuencia que las nuevas generaciones vivan el tiempo objetivo menos como espera que como amenaza, en tanto que se mueven en un mundo cada vez más incierto. Si los proyectos que los seres humanos imaginan hacia el futuro están basados en la idea de que el mundo seguirá tal y como ha sido y sobre las experiencias de cada uno, y si lo que prevalece es que no poder estar seguros de que el mundo que se conoce seguirá así en el futuro y si las experiencias son de cambios constantes, los individuos no pueden menos que percibir su propio futuro como incierto. Aunque los movimientos sociales que vemos surgir por doquier tengan sus especificidades en los países particulares, su fuente se encuentra en este choque entre la temporalidad y los distintos tiempos objetivos, que despierta frustración y ansiedad
La sensación que tienen muchos jóvenes de que el futuro está cerrado y que el tiempo ya no alcanza, que se les escapa entre los dedos, está bien ejemplificada en Greta Thurnberg, a quien Eliane Brum, considera como una representante de la primera generación sin esperanza.9 Greta, organizó desde hace un año una huelga escolar, con el argumento de que para que vale la pena prepararse en la escuela si no hay futuro, de que se acaba el tiempo.
Nuestra casa está en llamas. No quiero vuestra esperanza, no quiero que tengáis esperanza. Quiero que entréis en pánico, quiero que sintáis el miedo que siento todos los días. Quiero que actuéis, que actuéis como si vuestra casa estuviera en llamas, porque lo está.
Esta chica es la imagen de una juventud que comparte muchas de sus inquietudes. Una sicóloga francesa ha visto aumentar considerablemente los casos de jóvenes que acuden a ella para expresar una profunda inquietud y angustia acerca del futuro. Otro sicólogo francés que dirige un programa que estudia la individualidad entre los jóvenes, escribe que el clima suscita un temor inédito: es el primer asunto que adopta una dimensión planetaria.10
En las manifestaciones y en las huelgas escolares se han visto pancartas que muestran esta angustia del futuro: Más tarde, quiero estar vivo; Haré mis tareas cuando ustedes hagan las suyas. En Santiago de Chile se han visto escritos en las paredes que van en el mismo sentido: Por un futuro sin miedo, Gritamos porque tenemos la esperanza de que podría ser de otra manera, La normalidad es el problema, No era paz, era silencio.
En el pasado, los movimientos sociales estaban basados en la temporalidad cristiana: luchaban por un futuro mejor, basados en un relato en el cual una utopía terrenal era posible mediante la revolución. Mientras que los movimientos sociales del pasado estaban basados en la idea del progreso, de la mejoría, de un futuro mejor (de la clase obrera, de la humanidad), en la actualidad emergen de la desesperanza, de la inquietud por el futuro. Paul Mutuku, un joven activista keniano, se ubica en esta perspectiva al decir que Los jóvenes son la única generación que ha crecido en esta era del cambio climático. No han visto lo mejor de la naturaleza que otras generaciones sí han tenido el privilegio de ver.11
A partir del movimiento ecologista de los años 60/70, el relato se transformó en una temporalidad más pesimista. No obstante, los movimientos actuales son de nuevo distintos. La temporalidad de un no futuro genera tanto un movimiento como el de Greta Thurnberg, como el de los jóvenes de Hong Kong, que se enfrentan al riesgo que significa perder las libertades que tienen, y también el movimiento de los jóvenes chilenos de fines del año 2019 que
se sienten incómodos con la normalidad tal como se conoce, pues esta normalidad es la que ha colaborado en la incertidumbre de las personas y ha corroído lentamente sus posibilidades de ascenso y protección social […] el mercado chileno creó anhelos de consumo inalcanzables. Creó gradual y constantemente una tensión entre el anhelo de consumo y la realidad de su ingreso económico.12
En este caso la cuestión medio ambiental también está presente a pesar de que los problemas medioambientales no siempre encabezan la lista de preocupaciones de las organizaciones y actores sociales. El tipo de capitalismo extractivo que se da en Chile, de explotación incesante de recursos naturales de baja elaboración y que se destinan a la exportación a los mercados internacionales […] ha generado altos costos medioambientales.13
Los jóvenes de Hong Kong viven la angustia de perder la libertad en la que han existido toda su vida y que cada día que pasa se diluye un poco más ante la amenaza del gobierno de China continental de terminar con el régimen un país y dos sistemas para implantar un sistema único. Un militante de Hong Kong, Joey Siu, afirma que la situación de Hong Kong está cambiando a la velocidad de la luz cada día, no vemos nuestro futuro, no sabemos que pasará el día siguiente […] tenemos un plan, necesitamos repensar sobre el futuro de HK.14 Otro joven que pasó de ser apolítico a la delantera de los choques contra la policía dice
Una vez que entiendes cómo funciona la política, puedes ver como ha cambiado Hong Kong desde la retrocesión; la manera en la que nuestras vidas se han venido restringiendo gradualmente, como nos hemos vuelto cada vez más oprimidos, como las vidas de la gente se han vuelto peores y peores […] hay menos y menos esperanza para Hong Kong ahora. No importa lo que hagamos. No hay mucha esperanza para el futuro, lo que significa que no hay mucha esperanza para nosotros tampoco. Es por ello que tenemos que salir para resistir.15
Otro activista de Hong Kong llega a la misma conclusión : ¿Qué me lleva a levantarme y hacer algo? No estoy seguro. Puede ser que porque ahora es un mal futuro, o ningún futuro […] quiero mi futuro. Esta es la razón por la cual lo estoy haciendo.15
En el caso de los movimientos feministas actuales, el choque entre la subjetividad y el contexto nacional y mundial en el que viven es aún más fuerte, y su futuro está más cerrado, en la medida en que se enfrentan a un contexto social que las acecha cotidianamente. La amenaza se extiende desde la puerta de su casa o escuela hasta el fin de la humanidad por el calentamiento global.
En los casos que hemos citado encontramos la desesperanza de los jóvenes, una actitud que en vez de derrotarlos, en vez de conducirlos a la inacción, los lanza a la acción. Un tag chileno lo confirma: La rabia me quitó la depre. Esta es la ley de la vida, la que a pesar de que todos nos sabemos seres-para-la-muerte, seres destinados a desaparecer, nos proyectamos hacia el futuro tratando de construirlo.
Conclusiones
Todos estos movimientos no solo están implantando un tipo de democracia participativa desde la subjetividad, muchos de ellos están aportando, además, soluciones a los grandes problemas contemporáneos que están en la raíz de la crisis de la democracia representativa, de la crisis societal y ecológica, sólo que lo hacen a nivel local. De hecho, es posible poner en tela de juicio que lo logren efectivamente. Pleyers (2019) menciona varios de los obstáculos que enfrentan este tipo de movimientos:
Otra cuestión problemática es su heterogeneidad, que se debe en parte al hecho de que se encuentran en el mundo virtual y no están definidos por una identidad determinada, (una categoría social, una localidad, una empresa, etc.) sino que el llamado a la acción atrae a muchas personas con diferentes identidades, formas de pensar, razones para manifestarse, etc. Este es uno de los valores positivos de estos movimientos que, sin embargo, pueden volverse en contra de ellos, ya que algunos de estos grupos pueden ser incompatibles y provocar rupturas. El movimiento juvenil mexicano se dividió entre los radicales y los moderados, los chalecos amarillos entre izquierda y derecha, entre los que aceptaban y los que rechazaban algunos actos violentos. El movimiento también puede debilitarse si el gobierno accede a las demandas de un sector y rechaza el de otros. No todos están de acuerdo con los mismos proyectos y demandas, y se van acumulando las disputas.
Pero quizá la problemática mayor de estos movimientos es que
los conflictos entre los poderes dominantes y los movimientos colectivos no está integrado en instituciones. El sistema político, con sus diversos conjuntos de intereses y sus políticas no es el blanco de las demandas de estas iniciativas colectivas. Estos movimientos demandan, más bien, la redemocratización de las instituciones políticas (Farro, 2014: 16).
Estas iniciativas desafían las fuerzas dominantes tanto en espacios físicos e infraestructuras comunicativas. No obstante, en ningún caso, logran confrontar las fuerzas dominantes en un contexto local, nacional, regional o global. (Farro, 2014: 27)
Ninguno de estos movimientos traduce su oposición a los poderes sistémicos en un conflicto en contextos institucionales capaces de crear y forzar decisiones políticas pertinentes para controlar las tendencias de desarrollo en el escenario global. No hay por tanto integración, sino más bien separación, entre esos poderes y movimientos (Farro, 2014: 31).
Esto quiere decir que los actores que desafían al orden dominante, nacional y global, nunca se encuentran: los oponentes no están frente a frente, los opositores están en niveles distintos, por lo que la capacidad de modificar el estado de la dominación global de las fuerzas económicas y comunicacionales dominantes es mínima. Para algunos autores, estas formas de organización alternativa no son más que la fuerza del débil.
No obstante, estos movimientos son los únicos que están aportando soluciones, aunque sean locales, a los grandes problemas que están en la raíz de las diversas crisis del mundo contemporáneo. Se requeriría encontrar la forma de construir las instituciones adecuadas a estas demandas a un nivel más elevado, es decir resolver la antinomia postulada por Rousseau entre democracia (participativa) y sociedades numerosas y complejas.
Referencias
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1. Una característica central de estos movimientos es su uso de los medios de comunicación virtuales como el Facebook, el WhatsApp, entre otros para informar, convocar a acciones, reclamar a autoridades, pedir apoyo, etc. Varios autores consideran que estos nuevos movimientos utilizan estos medios por estar mejor adaptados a estas formas de organización horizontal, sin liderazgos, de democracia participativa, continua. Los dispositivos de tipo red no crean, por supuesto, los movimientos, sino que son los instrumentos adaptados a ellos porque corresponden en parte a las estructuras horizontales, reticulares y a las experimentaciones democráticas de los movimientos mismos (Mosca, 2010). Pero también podemos postular, por lo menos como hipótesis, que estos medios que estaban ahí han ayudado a que los movimientos se organicen de manera más democrática, más horizontal, y que hay una interrelación entre el internet y la acción concreta fuera de línea en este sentido.
2. Estas libertades están garantizadas por el régimen un país, dos sistemas, que desaparecerá cuando el gobierno de Beijing tome el control de la excolonia en 2047.
3. Con base en las entrevistas hechas por Ivonne G. Villalón (ITAM) y Pascale Naveau (Universidad Católica de Lovaina).
4. Estos movimientos van a tener como consecuencia que los actores sociales centrales anteriores a globalización pierdan centralidad: en América latina, al movimiento obrero, así como otros actores sociopolíticos como los campesinos y los habitantes urbanos pobres, entre otros. No obstante, esta decadencia del movimiento obrero en la sociedad postindustrial no significa que vaya a aparecer un movimiento que ocupe el lugar central en la nueva sociedad. De hecho, vemos que en la sociedad de la comunicación son varios los movimientos que ocupan el lugar central. (Wieviorka, 2003: 31).
5. Bree Busk, anarquista estadounidense que vive en Santiago, Chile. Miembro de Black Rose Anarchist Federation.
6. https://www.aporrea.org/internacionales/a285334.html
7. Entrevista en https://www.youtube.com/watch?v=SeAlYHuKV30
8. En alemán, la palabra sorge, que utiliza Heidegger incluye ambas acepciones, preocupación y ocupación; igual sucede en francés, con la palabra souci: en español existen dos palabras.
9. https://elpais.com/internacional/2019/03/01/america/1551470611_066535.html
11. https://www.20minutos.es/noticia/4029723/0/cinco-jovenes-mundo-luchan-cambio-climatico/