Cuidado intergeneracional

como estrategia de sobrevivencia

en contextos de desigualdad social

 

Aline Souto Maior

aline.soutomaior@yahoo.com.br

Centro de formación y educación permanente en Políticas Sociales

Brasil

 

Resumen

Este trabajo busca debatir la centralidad del cuidado intergeneracional, representado por las redes femeninas de cuidado, en las cuales las abuelas tienen un rol primordial, para garantizar la reproducción social en el contexto brasileño actual. Los límites de las condiciones de vida y de trabajo que enfrentan las familias urbanas pobres les impone grandes dificultades para hacer frente a la inseguridad laboral, el desempleo, los bajos salarios, unido a la ausencia o precariedad de servicios y beneficios dirigidos al apoyo a las familias en lo que se refiere a garantizar cuidados necesarios para el bienestar de sus miembros. Es importante analizar la importancia de estas redes intergeneracionales en el contexto de la protección social, destacando sus contradicciones en lo que se refiere a relaciones de género, clase, raza y etnia.

 

Palabras clave

Generaciones, Cuidado, Desigualdad Social

 

 

 

Abstract

This work aims to debate the centrality of intergenerational care, represented by female care networks, in which grandmothers have a primary role, to ensure social reproduction in the current Brazilian context. The limits of the living and working conditions faced by poor urban families make it very difficult for them to cope with job insecurity, unemployment, low wages, together with the absence or precariousness of services and benefits aimed at supporting families in guaranteeing the care necessary for the well-being of their members. It is important to analyze the importance of these intergenerational networks in the context of social protection, highlighting their contradictions in terms of gender, class, race and ethnic relations.

 

Keywords

Generations, Care, Social Inequality

 

 

 

Introducción

Aunque Brasil ha experimentado avances económicos y sociales importantes en un período reciente (marcadamente entre 2004-2014), los niveles de desigualdad social en Brasil continúan siendo alarmantes. En este sentido, ya era preocupante la situación económica del país, ya que su crecimiento estaba estrechamente relacionado con las exportaciones de productos primarios y con la capacidad de consumo interno que ya mostraba señales de desaceleración (Souto Maior, 2015).

Después del Golpe Político de 2016 que llevó a la salida de la presidenta Dilma Rousseff, la crisis económica, que ya era grave, viene empeorando. El gobierno que la sucedió congeló los gastos públicos por 20 años, tuvimos reformas de leyes de protección del trabajo y ahora, en el actual gobierno, una reforma del sistema de pensiones que generó pérdidas de derechos. Aun antes de la pandemia del Covid-19, que ha sorprendido a todo el mundo, el país ya enfrentaba una crisis económica, aumento del desempleo, altos estándares de informalidad e incluso retorno del hambre anteriormente ya superada1. La crisis sanitaria mundial que estamos pasando, sin dudas, ha empeorado el escenario social y económico, con peores consecuencias para los grupos más vulnerables en términos de salud, pero también a los más pobres que ya se enfrentaban con escasos ingresos, informalidad y viviendas frágiles.

Es precisamente en este contexto de agravamiento de las condiciones materiales de vida que las familias más demandan servicios públicos, pero al mismo tiempo, contradictoriamente, estamos enfrentando su retracción, sin servicios en cantidad y calidad que puedan atender las demandas, las familias suelen organizar sus estrategias de sobrevivencia que combinan sus arreglos internos con los beneficios y servicios a los que logran acceder. Es importante aclarar lo que se entiende en conformidad con lo propuesto por la CEPAL, como Políticas de Cuidado:

 

las políticas públicas de cuidado son las que garantizan el bienestar físico y emocional cotidiano de las personas con algún nivel de dependencia e intervienen en la organización social del cuidado, de modo que contribuyen al logro de la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Estas políticas inciden directamente sobre la distribución de responsabilidades en el cuidado entre Estado, mercado, familias y comunidades y, por lo tanto, sobre los regímenes de bienestar y el rol de la protección social en su configuración. (CEPAL, 2018:147).

 

En Brasil, las políticas sociales que en alguna medida están dirigidas al cuidado y la reproducción social no están necesariamente así designadas y se ubican por lo general alrededor de las Políticas de Seguro Social, Asistencia Social, Salud -las tres integran la Seguridad Social- y la Política de Educación.

El ordenamiento jurídico del país, con destaque para el Estatuto del Niño y del Adolescente (Ley que ordena toda la protección y derechos de niños, niñas y adolescentes) y el Estatuto del Adulto Mayor (Ley que reglamenta los derechos y la protección de adultos mayores) afirman que compete a la familia, en primer lugar, a la sociedad y al Estado la protección a estos segmentos poblacionales. O sea, ubica a la familia como principal responsable por el cuidado.

En términos de los derechos del trabajo, las madres cuentan con licencias pagadas de 120 días (que pueden llegar a 180 mediante incentivos fiscales) y los padres, de 30 días a la llegada de los hijos. Los empleadores sólo son obligados a ofrecer guarderías o apoyos económicos para esos servicios a partir de determinado grupo de mujeres trabajadoras y no hay garantías para trabajadoras que tengan personas dependientes bajo su responsabilidad.

En el Seguro Social están protegidos solamente los adultos mayores que lograron a lo largo de su vida contribuir al sistema de pensiones por medio del trabajo formal. Y en ese punto es preciso destacar el gran avance de la Constitución Federal de 1988 que instituyó la Asistencia Social como Política Pública, deber del Estado y derecho de la ciudadanía y estableció la norma para la reglamentación del Beneficio de Prestación Continuada (BPC) a partir de 1993. El BPC es una pensión sin contribución, con valor de 1 salario mínimo para adultos mayores a partir de 65 años (aunque en la reglamentación brasileña se considera adulto mayor a las personas con 60 años o más), y personas con discapacidades o enfermedades crónicas sin condiciones de trabajo (independiente de la edad) que no tengan medios de sostenerse o ser mantenidos por sus familias.

Además del beneficio, la reciente estructuración de la Política de Asistencia Social creó los servicios que atienden a las necesidades de convivencia familiar y comunitaria de niñas y niños, adolescentes y personas mayores. Estos servicios no son caracterizados como servicios de cuidado: actúan dirigidos al incremento de la participación comunitaria y la promoción de las familias y prevención de riesgos sociales. Los servicios que atienden las violaciones de derechos tampoco tienen esa configuración ya que responden a las situaciones de necesidad de protección integral por parte del Estado por medio de distintas formas de acogida para personas que tuvieron sus derechos violados, como niños y niñas víctimas de violencia, personas en situación de calle, personas mayores abandonadas, etc.

Hay una modalidad exclusiva para adultos mayores: las Instituciones de Larga Permanencia (ILPI), de carácter residencial, para que los adultos mayores puedan tener sus cuidados garantizados. En su mayoría son privadas y/o filantrópicas y reciben transferencia de recursos gubernamentales. En caso de personas mayores con renta, se permite que sus recursos sean repasados para costear el servicio2, son servicios complementares y con oferta muy limitada3.

El principal Programa de Transferencia Condicionada de Ingresos, el Programa Bolsa Familia (PBF), no tiene complementación específica para el caso de familias con personas dependientes. Aunque familias sin niños y adolescentes puedan acceder al programa, es la existencia de ellos, de las embarazadas y mujeres que amamantan que generan los valores más altos a ser transferidos.

En el campo de la Política de Educación4, son los municipios los responsables de la ejecución de los servicios de educación en sus niveles básicos, pero hay que destacar que el marco reglamentar del país no obliga los municipios a ofrecer guarderías y servicios de cuidado infantil para menores de 4 años de edad, hasta el momento se reconoce la importancia como recomendación. Tampoco están obligados a que las escuelas sean de tempo integral, o sea, esta también es una oferta escasa, aunque cuestiones como la alimentación, transporte y útiles deben ser garantizados.

En lo que se refiere a la Política de Salud5, aunque la Salud en Brasil sea universal y gratuita, y se materialice en el Sistema Único de Salud (SUS), ente federativo, principal responsable por los servicios de atención en salud, el gran desafío que enfrentan los municipios es garantizar servicios en cantidad y calidad adecuados a las demandas cada vez más complejas, incluso debido al acelerado envejecimiento poblacional. Y aunque los servicios de salud estén garantizados, son muy escasas la instituciones intermedias: centros de atención diarias que apoyen en los cuidados de personas dependientes y/o servicios de cuidados domiciliarios.

Frente a este breve panorama se percibe que las Políticas Sociales no han desarrollado servicios de cuidado en cantidad y calidad que respondan a las diversas necesidades de las familias. La pregunta que queda es, entonces, ¿quién y cómo se cuida de las personas que demandan cuidados? Y para responderla es fundamental comprender la interrelación entre las desigualdades de clase, género y raza/etnia, a las cuales se suman en este caso las relaciones generacionales.

 

 

 

Cuidado con el

trabajo femenino no pagado:

reproducción

generacional de la desigualdad

de género

Los cambios demográficos se intensificaron en la región de América Latina en los últimos 50 años a través de una serie de fenómenos, entre ellos el intenso proceso de urbanización, la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, así como el incremento de la esperanza de vida. Esta última genera como resultado un cambio en el perfil de la población que se manifiesta en el creciente número de adultos mayores, lo que lleva a transformaciones en el diseño de la pirámide de la población, ya que por otro lado hay una disminución de la fecundidad (Chant y Craske, 2007).

Son cambios que provocan nuevas organizaciones en el interior de la familia: se reduce su tamaño, aumenta la edad de sus componentes y la disminución de la fecundidad también conduce a una reducción del número de dependientes por familia. Este proceso es también cultural: lo que se ve es que el incremento de la participación femenina en el mercado de trabajo y en la vida pública, unido a las luchas feministas, contribuyeron para el desarrollo de otros valores sobre familia y padrones de comportamiento. En ese sentido es que se puede entender la diversificación de las uniones conyugales, además del crecimiento cuantitativo de separaciones y divorcios (González de la Rocha y Escobar Latapí, 2012).

La mayor participación de las mujeres en el mercado de trabajo trajo cambios importantes para las dinámicas familiares en lo que se refiere la garantía del cuidado, pero también en cuestiones que tocan las jerarquías familiares y los roles asignados a cada uno de los miembros.

También es necesario tener en cuenta que las modificaciones en las formas de organización de la vida familiar, a pesar de tener impacto distinto entre los grupos sociales, no fue capaz de romper con la asignación tradicional del trabajo de reproducción social como responsabilidad femenina. La reproducción de los roles tradicionales en las relaciones familiares se perpetúa por la transmisión intergeneracional, como lo esclarecen Elias y Scotson (2000):

 

Na verdade, exercer as aptidões necessárias à administração familiar -que incluem cuidar da receita e das despesas da família, dos conflitos e tensões entre os familiares, dos filhos, das refeições, da saúde, dos bens materiais, da limpeza, das atividades de lazer, compartilhadas ou não, e de muitas outras coisas- é tudo menos um dom natural; depende muito da formação, quase sempre informal que as pessoas recebem ou copiam dos pais, parentes, vizinhos e outros conhecidos, à medida que vão caminhando para a idade adulta. (p.162)

 

En líneas generales, en la dinámica familiar el trabajo no remunerado de la reproducción continúa como responsabilidad de las mujeres, preferencialmente de las madres, abuelas y también las hijas mayores. De hecho, se verifica la persistencia de desigualdades de género que impactan sobremanera la vida cotidiana de las mujeres, entre ellas la conquista de la participación en el mundo público sin alcanzar la liberación de las obligaciones del mundo privado, lo que lleva a la constatación de que pese a los avances logrados por los movimientos feministas, no hay equidad entre mujeres y hombres en la distribución de las responsabilidades frente a las necesidades de cuidado de las familias.

Esta reproducción de roles en el interior de las familias frecuentemente se apoya en la tradición y las costumbres de manera autoritaria. Hay marcadas diferencias en las inclinaciones de hombres y mujeres para lograr vivir relaciones familiares más igualitarias, de acuerdo con su condición económica y educativa. En ese sentido, García y Oliveira encontraron resultados en sus investigaciones que muestran que es indiscutible que las desigualdades de clase refuerzan las inequidades de género y acentúan la subordinación femenina (2006: 236).

En este punto es importante subrayar cómo se refuerzan las desigualdades de género, clase y raza. Para el caso brasileño, queda claro que el Estado no garantiza los servicios de cuidado que necesitan las personas. Asumen estas responsabilidades las mujeres de las familias. Pero aquellas que tienen mejores condiciones económicas buscan en el mercado los servicios que necesitan, o contratan otras mujeres para sustituirlas. Así, son las mujeres pobres y sus familias las que quedan en las peores condiciones para tener cuidados garantizados. Estas mujeres, en su mayoría negras y habitantes de las periferias, cuentan con menos servicios en los territorios donde viven, no tienen recursos para acceder a los servicios pagados y frecuentemente se encargan de cuidados de otras personas que no son sus familiares a cambio de salarios precarios, en modalidades de trabajo doméstico sin seguridad social. Es una triste actualización y perpetuación de la tradición de la esclavitud en la lógica del trabajo doméstico. En la misma dirección la CEPAL (2013a y 2016b) llama la atención respecto de que

 

quienes se insertan en el trabajo de cuidado remunerado, por ejemplo, las trabajadoras domésticas remuneradas, las enfermeras, las educadoras y las cuidadoras enfrentan condiciones laborales más precarias, con acceso desigual o nulo a la seguridad y protección social, menores remuneraciones y mayor probabilidad de caer en la pobreza que quienes se insertan en otros sectores de la economía.

 

Este panorama se agudiza al considerar la mezcla de las desigualdades étnicas, raciales, y de clase. (CEPAL, 2018:145).

Así, para las mujeres en precariedad económica las familias son, como destaca Chant (2007), centrales para garantizar la reproducción generacional y la subsistencia, en realidad se trata específicamente más de mujeres de las familias y sus redes de cuidado. El panorama de incertidumbre en que se vive desafía a las mujeres de las familias a encontrar estrategias de sobrevivencia: pensemos que las familias brasileñas en los centros urbanos enfrentan hoy además de escasos servicios públicos, desempleo, altos índices de informalidad, dificultades para obtener ingresos, agravamiento de la delincuencia, del crimen y violencia policial/estatal. El término estrategias de sobrevivencia se refiere al comportamiento de optimizar sus condiciones de vida dadas las determinaciones estructurales y coyunturales (Zaremberg, 2009). Estas estrategias remiten al conjunto de actividades que desarrollan las familias para garantizar su sustento diario y generacional, entre ellas la construcción de redes femeninas de cuidados en las cuales las abuelas tienen rol fundamental.

Las mujeres de las familias son, por lo tanto, llamadas a asumir situaciones de desprotección generadas socialmente, para las cuales son escasos los servicios públicos de soporte. Garcia (2006) llama la atención sobre el hecho de que la creencia en la familia como responsable del carácter y conducta social de sus miembros, combinada con la sospecha de la incapacidad de las familias pobres de proteger y transmitir valores positivos, todavía son concepciones asociadas a las formas contemporáneas de tratar las familias en las políticas sociales, generando un abordaje contradictorio que articula referencias al fortalecimiento de la ciudadanía con control y disciplina.

Al no considerar la esfera de la reproducción social como trabajo, se convierte en invisible lo productivo que es el trabajo femenino doméstico en la reproducción social que, además de la función de socialización, ahorra el costo de la reproducción del trabajo para el capital.

 

 

 

La centralización

y la Sobrecarga

de las Abuelas

en las Redes de

Cuidado Femeninas

En relación con la posibilidad de inserción en el mercado laboral, las relaciones de apoyo entre las mujeres son fundamentales. Moreno Ruiz (2009) destaca que la entrada de las mujeres al mercado laboral precedió la oferta de servicios de cuidado infantil: este ingreso sólo fue posible gracias al apoyo de las abuelas y otras mujeres de las familias, es decir, son las mujeres quienes permiten que otras mujeres trabajen, construyendo así redes de apoyo y soporte mutuo. Hay un cambio en el sentido generacional, porque las abuelas se encargan del cuidado, pero no hay un cambio en las relaciones de género, tendencia que se observa en todo el continente y que describe Arlegui (2011) para el caso argentino:

 

las mujeres mayores pueden tener a su cargo el cuidado de los más pequeños, dado que la participación en el mercado de trabajo de las mujeres más jóvenes (45 a 64 años de edad) se encuentra cercana al 60% según datos del censo (2010) y posteriores levantamientos de empleo realizados en aglomeraciones urbanas (2010-2014). (p.7).

 

Las redes matrilineales de apoyo son respuestas que las mujeres construyen frente a las precarias condiciones a que se ven sometidas cotidianamente. Estas redes no se establecen de manera exclusiva entre madres e hijas: otras mujeres cercanas pueden estar en este tipo de relación, pero por lo general hay la presencia de mujeres de generaciones distintas que buscan encontrar estrategias para obtener renta y garantizar cuidado de manera compartida.

Las redes de apoyo tienen dificultades para ayudar en aspectos materiales porque también viven en contextos de pobreza generalizada, pero el cuidado también se refiere a experiencias de apoyo emocional (brindado por otras mujeres de sus familias) y solidaridad en condiciones absurdamente precarias, cuestión destacada en el estudio de Elias y Scotson (2000).

En nuestra investigación sobre mujeres beneficiadas por la transferencia de ingresos en periferias urbanas hemos encontrado que la valorización de este apoyo y de este vínculo es central e independiente de si está siendo relatado por la mujer más grande (por lo general la abuela) o por la hija. Entre las mujeres mayores, se identifica en sus relatos tanto el recuerdo y la presencia de la ayuda de otras mujeres de su familia de origen como el hecho de que representan este mismo apoyo para sus hijas adultas. No es casualidad que los grupos estudiados identifican las situaciones de pérdidas en relación con las madres y abuelas como los peores momentos de sus vidas y sus referencias de soporte en las necesidades de la reproducción social y apoyo emocional. Estas relaciones presentan su centralidad en un contexto en que las relaciones de pareja son más frágiles y, principalmente, en que los hombres no cumplen el rol de mantenedor tradicional, por las dificultades económicas y/o por aislamiento del hogar (Souto Maior, 2015).

Por lo tanto, en estos contextos de pobreza y ausencia de servicios de cuidados públicos, en que hay gran incremento de mujeres jefas de hogar y creciente envejecimiento poblacional, se favorece la convivencia entre distintas generaciones. Fonseca demuestra cómo esto se materializa en el cuidado de las abuelas con los nietos; en sus palabras: A simbiose entre avó e netos obedece aos imperativos do ciclo doméstico. Os primeiro-nascidos de uma geração frequentemente passam muito tempo com a avó que, desta forma, “dá uma mão” aos jovens adultos da nova geração (2002:13).

Pero justamente debido a la precariedad económica, la centralización de las abuelas suele implicar otro aspecto en la realidad brasileña. A partir de la institucionalización del Beneficio de Prestación Continuada (BPC) como se ha señalado, hubo una universalización del acceso a la renta por parte de las personas mayores a partir de los 65 años. Variados estudios han mostrado el impacto de esa pensión sin contribución para disminuir la pobreza en el país y su impacto en las economías locales6. En el contexto del desempleo e informalidad, la renta del BPC frecuentemente es la única renta estable de las familias. Así que en Brasil hoy muchas abuelas, además de cuidadoras se han vuelto mantenedoras.

Las abuelas más jóvenes, además del soporte de cuidados para los nietos, pueden estar al mismo tiempo encargadas de cuidados con adultos mayores (quizá dependiendo del beneficio de ellos) luchando con la necesidad de acceder a renta, como destaca Alergui (2011):

 

Una de las tendencias más destacadas de la familia moderna es su verticalización. En esta estructura compuesta de múltiples generaciones, hay una generación intermedia que todavía tiene responsabilidades de cuidados y de sostener a los más jóvenes (hogares con núcleo completo o incompleto con hijos que se encuentran en la etapa de “salida del hogar”) y debe asumir paralelamente el cuidado de los mayores (padres y otros) ya sea que formen parte del mismo hogar o vivan fuera del hogar. (p. 4)

 

Es importante destacar que además de que se caracterizan como respuestas a condiciones sociales extremadamente precarias e injustas, las redes matrilineales se fundamentan en la representación construida socialmente de la maternidad, que aún hoy sobrepasa la funcionalidad y el rol social y aparece como una identidad valorada (Castells, 1999). La maternidad se confirma entonces, como aspecto central de la identidad y la relación con otras mujeres aparece como una extensión del rol de madre. En ese sentido es fundamental destacar que el cuidado compartido en estas redes de apoyo femeninas significa doble o triple jornada de trabajo y enormes responsabilidades en la vida cotidiana que pesan en las condiciones de vida de estas mujeres, principalmente de las mayores.

 

 

 

Conclusiones

A pesar de su inmenso impacto, el feminismo y las luchas por la equidad de género atienden de manera muy distinta a las mujeres de camadas y grupos sociales diferentes. Para hacer efectiva y concreta la independencia femenina es preciso, entonces, sacar las obligaciones del bienestar social del ámbito de la familia.

Así pues, en Brasil necesitamos avanzar mucho en todo lo que se refiere a políticas de cuidado para la infancia, adultos mayores y personas con algún grado de dependencia. Por ello es necesario echar luz sobre la realidad vivida por estas redes de mujeres, destacándose las repercusiones de esta sobrecarga para las cuidadoras en general, pero sobre todo para las abuelas, ellas mismas en proceso de envejecimiento y llegada a la tercera edad (Alergui, 2011). El agotamiento de las cuidadoras, aunque ya sea discutido, principalmente a partir de las voces feministas que vienen señalando a lo largo de los años el aspecto político de las experiencias vividas en la esfera privada, aun no está siendo enfrentado.

Como han puesto de relieve los movimientos de mujeres y los estudios feministas, muchas veces el cuidado se brinda a costa de los derechos de las mujeres y de su autonomía económica, política e incluso física. La mayor o total carga de trabajo del cuidado no remunerado impacta en la posibilidad de integrarse,en igualdad de condiciones, al trabajo remunerado y acceder a puestos de poder. En su forma más extrema, impide que la mujer ejerza su derecho a una vida libre de violencia, en estrecho vínculo con su autonomía económica (CEPAL, 2018).

Frente a todo eso la tarea pendiente para aquellos que actúan en el campo de las políticas sociales es promover el debate público, con amplia participación de la población, del tema de las políticas públicas de cuidado en una comprensión que las defienda como medios de garantizar derechos sociales, redistribución de riqueza y socialización de los costos de la reproducción social. Es necesario que además de universalizar políticas de cuidado, las mismas sean ofrecidas de manera ecuánime, considerando los detalles específicos de las condiciones de vida de los distintos grupos y sus configuraciones familiares. Debido al potencial impacto para la mejora de la calidad de vida de estas mujeres el tema es prioritario, con eso se espera que pronto sea posible analizar la existencia de las redes intergeneracionales de mujeres más desde sus aspectos subjetivos de vinculación, y menos como estrategia de sobrevivencia material.

 

 

 

Referencias

bibliográficas

Arlegui, M. A.(2011). “De eso no se habla. Mujeres cuidadoras, la generación postergada”. IX Jornadas de Sociología. Argentina, UBA.

Brasil (1988). Constituição Federal.

Castells, M. (1999). O poder da identidade. Volumen 2: A era da informação: economia, sociedade e cultura. Brasil, Paz y Terra.

CEPAL (2018). Los Cuidados en América Latina y el Caribe: Textos Seleccionados 2007-2018. Chile.

- - - - - - (2019). La autonomía de las mujeres en Escenarios Económicos Cambiantes. Chile.

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Chant, S.y Craske, N. (2007). Género en Latinoamérica. México, Casa Chata.

Elias, N. y Scotson, J. (2000). Os estabelecidos e os outsiders: sociologia das relações de poder a partir de uma pequena comunidade. Brasil, Zahar.

García, B. y de Oliveira, O. (2006) Las familias en el México metropolitano: visiones femeninas y masculinas. México, Colegio de México.

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González de la Rocha, M. y Escobar Latapí, A. (org.) (2012). Pobreza, transferencias condicionadas y sociedad. México, Casa Chata.

Moreno Ruiz, M. J. (2009). “Políticas conciliatorias entre los ámbitos productivo y reproductivo en América Latina: una cuestión estratégica para abordar la desigualdad”. En Zaremberg, G., Políticas sociales y género. Tomo II: Los problemas sociales y metodológicos. México, Flacso.

Souto Maior, A.(2015). Desigualdad social, ciudadanía y reconocimiento: discusiones desde programas de transferencia de ingreso en México y Brasil. Tesis de Doctorado. Universidad de Guanajuato, México

Zaremberg, G. (2009). “¿Princesa salva príncipe? Supervivencia, género y políticas de superación de la pobreza en México”. En Zaremberg, G., Políticas sociales y género. Tomo II: Los problemas sociales y metodológicos. México, Flacso.

1. Para indicadores económicos y so­ciales de Brasil, ver https://www.ibge.gov.br/indicadores (última consulta: 29/07/2020).

2. Para servicios de Asistencia Social, véase Tipificación Nacional de los Servicios Socioasistenciales, disponible en http://www.mds.gov.br/webarquivos/publicacao/assistencia_social/Normativas/tipificacao.pdf (última consulta: 22/07/2020).

3. Ver datos Censo SUAS 2014, disponible en https://aplicacoes.mds.gov.br/sagirmps/ferramentas/docs/Censo%20SUAS%202014_Versao_atualizada.pdf.

4. Véase Ley de Directrices y Bases de la educación (LDB) disponible en http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/leis/l9394.htm (última consulta: 22/07/2020).

5. Para conocer más sobre el SUS: https://www.saude.gov.br (última consulta: 22/07/2020).

6. Ver IPEA https://www.ipea.gov.br/portal/index.php?option=com_content&view=article&id=4751 (última consulta: 23/07/2020).